La editorial valenciana Pre-textos ha publicado postumamente el diario íntimo de nuestro paisano Juan Bernier, diario que fue depositado en la custodia del que fuera director de Diario CORDOBA, el periodista granadino Antonio Ramos Espejo. Juan Bernier, con quien tuve una buena relación amistosa, escribió este diario entre los años 1937 y 1947 y el trabajo de edición fue confiado al sobrino nieto de Juan, Juan Antonio Bernier. El texto al que voy a referirme se basa en un breve ensayo que me remite la escritora argentina Eugenia Cabral, que contactó y me agregó como amigo en Facebook y con la que mantengo una relación amistosa y literaria que surgió de nuestros mutuos conocimientos de uno de los grandes poetas españoles muerto en el exilio, el vasco Juan Larrea, un desconocido de la cultura española pero no de la cultura argentina. Juan Bernier no llegó a conocerlo personalmente pero sí tenía noticias de Larrea y de su poesía. Mi amistad con Juan Bernier comenzó cuando la fundación del grupo Zubia y la mantuvimos durante años en nuestras conversaciones a veces imposibles (en Studio Jiménez y en la terraza de una cafetería próxima) por la sordera de Juan y el ruido del tráfico en la avenida de los Tejares. Juan Bernier prologó en 1981 mi libro Los destierros (premio Aldebarán, Sevilla 1980) y en ese prólogo me define como un poeta presocrático por la influencia de la filosofía griega en los textos de algunos poemas de Los destierros en los que laten, con palabras de Juan, "belleza y metafísica, sueño y reminiscencia". De todos los poetas de Cántico , que a todos conocí, fue con Juan Bernier con quien siempre me sentí más identificado. De ahí nuestra amistad que duró hasta la hora de su muerte. El texto que me envía la escritora argentina amiga, Eugenia Cabral, define a Juan Bernier como liberal y pragmático y es así, con esas dos palabras, como se definía. Nuestro poeta, nacido en La Carlota, en la aldea de Las Pinedas, asume su sexualidad con llaneza en el diario publicado por Pre-textos. "En algunos momentos de soledad nuestros juegos (con sus primos) no eran solamente de gustos honestos". Más tarde confiesa que "hasta mis veinte años había creído pecado mi forma de ser, cortando en lo posible el pujante ímpetu de mis deseos". Pero lo que siempre me interesó personalmente de Juan Bernier, aparte de su lúcida poesía, fue su experiencia en la guerra civil española en la que fue reclutado por el bando franquista. El pavor ante las acciones bélicas procedía de su visión humanista y cristiana. "Derechas e izquierdas no eligieron, pero los dos signos llevaban a la muerte". "Para matar, los rojos habían escogido las iglesias y los nacionales, los cementerios. ¿Dónde sería la muerte menos lúgubre?", se pregunta Juan en el Diario. Durante el tiempo de la guerra, la batalla del Ebro, en la que participó, y el sitio de Teruel, le deparan a Juan Bernier imágenes traumáticas. En su poema Mañana cuenta: "Había entre la escarcha un adolescente muerto/ a quien los vivos habían desnudado y convertido en estatua". Uno de los momentos más tensos vividos por Juan fue el 30 de abril de 1939, ya finalizada la guerra, día en el que los falangistas ejecutan la quema de libros de la Universidad Central de Madrid. "Rousseau y Voltaire arden condenados, junto con románticos, liberales, modernistas y hasta pesimistas". El 26 de abril de 1940, un año después, Juan comenta replegado en su sensibilidad : "Me parece... que no hay más fin ni más ímpetu dentro de mí mismo... sino este deseo abierto de las formas y una voluptuosidad que escapa de todo lo que me rodea". Entre otros repliegues personales, el poeta huye de la moral pontificada del catolicismo que ahora se le rebela "como la inservible barrera de la religión".

"Después de tres años de campos de guerra... apenas leo más libros que las páginas verdes y brillantes de la naturaleza". En la postguerra, la mirada ecuménica de Juan Bernier se extiende hacia lo social y lo linguístico, publicando en Córdoba poemas de Luis Cernuda, otro exiliado.