Sale desnuda la sobrina de Míster Ansar (conocido como Aznar en el siglo) en una portada de revista y la imagen nos recuerda que somos carne mortal. Desnudarse es un sano ejercicio que suele practicarse voluntariamente más en épocas de bonanza, como cuando las faltas se acortaban en los 60; pero es que en épocas de vacas famélicas también nos desnudan, nos despojan, nos esquilman. Por eso la sobrinísima se desnuda, quizás, porque ya nadie tiene nada que ocultar, nada más que los de siempre, los de los sobres, los pelotazos y los maletines. Dice la sobrina que Aznar es un cachondo y que en la mesa enseña la comida en la boca, lo cual aparte de una asquerosidad nos vuelve a recordar que somos mortales y que quién no se lo ha hecho alguna vez a alguien en un momento gamberro. También el Papa se desnuda y, con su blanco manto dejado caer noble y valientemente en el suelo al desgaire, nos desnuda el ajado cuerpo de una Curia malvada, interesada, trepa, egoísta y alejada de Dios, lo cual que no creo que a Dios le importe mucho porque ya dijo santa Teresa que Dios Padre se encuentra entre los pucheros. Desnuda sus pecados Urdangarín en el correo y envía fotos de ciclistas desnudas a los amiguetes, o sea, también como todos, pero además él estaba siempre em-Palma-do. Otros desnudan su declaración de la renta, pero eso es como si bajo la ropa tuvieras un abrigo, porque en realidad no se les ve nada porque no son funcionarios de perfil bajo o medio. Hasta Rafael Gómez desnuda su vocabulario de artificios y desnuda sin querer a otros o a otras más rosas. Con sus sansones machacaos .

* Profesor