En el calendario popular, hoy celebramos el Viernes de Dolores, preludio de las grandes celebraciones religiosas en torno al drama de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Y en nuestra ciudad, la fila incesante hacia la iglesia de san Jacinto, para contemplar la imagen excelsa de la Virgen de los Dolores, Señora de Córdoba. Comienzan así las filas y los desfiles, las miradas entre curiosas y anhelantes, los vía crucis que saldrán esta noche a la calle con las imágenes de los Cristos tan impresionantes como el Remedio de Ánimas o el Rescatado. Cultura y pasión entrelazan sus brazos y sus abrazos. Toda una cultura, enraizada en la tradición de la búsqueda incondicionada de la verdad, y toda una pasión que se enfrenta con el pragmatismo escéptico para el cual los únicos valores vigentes son lo útil y lo placentero. La esperanza, e incluso el optimismo, son las grandes bazas de la opción a favor de la cultura, porque solo desde el ahondamiento en lo humano es posible la pasión y, con ella, la capacidad de convencimiento. Cultura y pasión envuelven esta hora cargada de gravedad. El enfrentamiento real no se libra en las lamentables guerras preventivas desencadenadas por la ceguera y los cortos intereses de los neoconservadores. Tampoco procede situarlo en la discusión de las presuntas liberaciones éticas con las que el progresismo de cartón-piedra nos acosa. Es necesario sacar agua más honda, no detenerse en los simulacros, ir a lo nuclear. Y lo nuclear será buscar apasionadamente el servicio a la verdad, los valores auténticos que nos trae entre sus pliegues la Semana Santa, la de los templos y la de la calle, la de la cultura y la de la pasión. La mujer y el hombre son seres que están continuamente en vilo. En ellos se imbrican, dice el Concilio Vaticano II, una vocación sublime y una profunda miseria. Llamados a lo más alto, transcurren su existencia al filo del riesgo de perderse a sí mismos y de la incertidumbre de si llegarán a ganarse. «Cultura es lo que salva del naufragio universal, y pasión lo que constituye ese sentido nuevo de un caminar sin fronteras, abiertos a la infinitud y a la plenitud».

* Sacerdote y periodista