El Córdoba CF cerró ayer una temporada en la que obtuvo el objetivo redefinido de la permanencia. El primer club deportivo de la ciudad continuará perviviendo en una categoría que debería ser su suelo, de ahí que la sensación, tanto entre los aficionados como entre los cordobeses en general, haya sido de decepción. La promesa inicial de alcanzar la Primera División o, al menos, luchar por ella quedó descartada casi desde el principio y ya desde noviembre se comprobó que el club blanquiverde iba a sufrir para lograr la salvación. Una buena noticia, en cualquier caso. Ahora debería abrirse en el seno de la entidad blanquiverde un período de análisis y huir de los anuncios inmediatos de hipotéticos fichajes o incluso de ventas del paquete mayoritario accionarial. Entrar, como en el pasado, en un tornado de posibles llegadas de nuevos jugadores, de traspaso de poder o de irrealizables proyectos en infraestructuras para intentar hacer olvidar los errores que han derivado en una campaña tan decepcionante solo abocará, por desgracia, a repetir dichos errores. Una reflexión profunda, sincera y tranquila, así como la asunción de responsabilidades sería un buen primer paso para mejorar en diversas parcelas, principalmente en la deportiva, tan necesitada de evolución en este Córdoba CF. Y, por supuesto, la comunión con su afición, con la que ya alarga en exceso su etapa de desencuentros, y la paz con todas las instituciones.