La cooperación internacional ha adquirido en los últimos años una importancia relativamente grande. El mundo de las ONG, los fondos gubernamentales de ayuda internacional, la estructura de organismos supranacionales de atención humanitaria, es todo un conjunto de iniciativas, de instituciones que han adquirido un volumen considerable.

Ante todo hay que decir que es una novedad de progreso en la cultura mundial. Es antigua la existencia del comercio internacional, los países excedentarios en su capacidad de ahorro e inversión han invertido en países donde la capacidad de ahorro era escasa o nula. Fue así como en los años 20 se desarrolló el proceso de las colonias y de los protectorados. En otro orden de cosas, las instituciones religiosas han promovido las misiones en países lejanos, y han reclamado recursos financieros en los países de origen de los misioneros para construir iglesias, escuelas, dispensarios, etc.

Hoy en el comienzo del siglo XXI todo aquello ha sido sustituido por el principio de la cooperación internacional. Gradualmente se está imponiendo la concepción de un mundo global, por encima de un mundo constituido por naciones soberanas. El término de "extranjero" va perdiendo sentido de día en día. Un belga residente en Mijas puede presentarse candidato a las elecciones municipales, la pobreza en que están sumidas poblaciones de Ruanda o Sierra Leona la sentimos próximas a nosotros como la de los barrios marginales de las ciudades europeas. Nuestra generación empieza a darse cuenta de que las nacionalidades, que las patrias, son un mero convencionalismo. Que todos los seres humanos, sean de acá o de allá, sean de una raza o de otra, sean de una religión o de otra, son ante todo seres humanos. Igual que nosotros. Esta es la realidad sustantiva y permanente. Que además sean marroquíes, rumanos o nigerianos es secundario. Está costando que esta manera de pensar sea la de todos. Pero gradualmente lo va siendo cada vez de más gente.

Esta nueva conciencia es el fundamento cultural e ideológico de la cooperación internacional. Ya es universalmente aceptado que dentro de un Estado soberano, los ciudadanos con mayores rentas paguen impuestos para que la Administración Pública preste servicios sociales gratuitos a los ciudadanos con rentas inferiores. Ha costado cien años, desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, que este principio sea universalmente aceptado. Ahora estamos en los comienzos de ampliar geográficamente el mismo principio. Los ciudadanos de mayores rentas del mundo entero pagarían impuestos para que una Autoridad Pública Internacional prestase servicios sociales gratuitos a los ciudadanos con menores rentas del mundo entero. A lo peor tardamos otros cien años en convencernos de ello. Pero sin duda alguna la convicción va ganando terreno, no lo va perdiendo.

Pero dejemos el futuro, y vengamos al presente. A la cooperación internacional tal como se está haciendo hoy día. El primer análisis que quiero hacer es un tanto provocador. ¿Dónde está la raíz del subdesarrollo y pobreza de los países donde hay subdesarrollo y pobreza? Está en los propios países donde hay desarrollo y pobreza, no fuera de ellos. Es de todos conocida la explotación que los países ricos del Norte han hecho en beneficio propio de los países pobres del Sur. Temas como la dependencia económica, el imperialismo de las potencias industriales, explotación comercial mediante la compra de materias primas baratas y venta de productos industriales caros han sido y siguen siendo muy estudiados. Ahora bien, el ejercicio de esta explotación de unos países sobre otros es posible en la medida en que se apoya en poblaciones social y políticamente desestructuradas. La auténtica raíz del subdesarrollo y de la pobreza está donde está el subdesarrollo y la pobreza, no está fuera. Si se pretende erradicar la pobreza de millones de seres humanos de Africa, Asia o de Latinoamérica, busquemos las soluciones en la propia Africa, Asia y Latinoamérica. No las busquemos en Europa o en Estados Unidos.

Mientras la estructura social y económica de los países llamados tercermundistas no sea transformada, las acciones que se hagan desde fuera, atendiendo emergencias o facilitando alimentos y medicinas, no pasan de ser una ayuda humanitaria coyuntural. Necesaria y loable, pero coyuntural. El subdesarrollo y la pobreza seguirán siendo endémicos, durará por generaciones. La cooperación debería tener una estrategia orientada a impulsar desde dentro la transformación social y económica que precisan. Dos son las acciones fundamentales que definen esa estrategia: la educación y el fomento de la pequeña empresa. La debilidad de educación consiste en la escasez de centros escolares de enseñanza primaria y profesional, y en el alto porcentaje de abandono escolar. El fomento de la pequeña y mediana empresa sería la base de un desarrollo territorial endógeno y de la emancipación económica respecto de las grandes multinacionales.

* Profesor jesuita