De las medidas anunciadas ayer por la Junta de Andalucía para combatir la creciente obesidad de la población, la más interesante es la que propone cinco horas de Educación Física o «ejercicio efectivo» en los colegios, objetivo que pretende implantar en cuatro años. ¡Por fin! Uno de los aspectos menos comprensibles del sistema educativo actual es que los programas incluyen solo dos horas semanales de Educación Física, es decir, las mismas que tenían los colegios hace medio siglo. ¿Es que no hemos progresado nada? Y con la diferencia importante de que los chiquillos de hace 40 o 60 años pasaban horas en la calle jugando a pillar, al fútbol, al pañuelo, a la comba, a la goma, al escondite inglés, al baloncesto, al balón prisionero, a la rayuela (chonflo)... Aquella sociedad más pobre no tomaba pasteles nada más que los domingos y en las comidas predominaba el producto de temporada, la legumbre... El pan con chocolate de la merienda se les iba a los pies de momento a aquellos chiquillos fibrosos y casi todos flacos, fuertes como leoncillos. Ahora, las lejanas comidas del desarrollismo son las que recomiendan en las dietas, y las clases altas las que se pueden permitir a diario el producto fresco y la cocina lenta. La obesidad es cosa de pobres, cada día más, de niños que ya no juegan en la calle, para los que el ejercicio físico extra solo se da en las «actividades extraescolares» (que Dios las bendiga, pero cuánto dinerito cuestan). A ver si con 5 horas de gimnasia compensamos la tristeza de ver a tanto chaval gordo e inmóvil.