Hoy estoy feliz porque se casa el Príncipe y doña Letizia. No me entiendan mal: estoy contento porque se casan por fin. Con la consumación del enlace se pondrá término a la saturación de información sobre el evento en televisiones, radios, prensa y hasta medios digitales. ¡Qué empacho! ¡Qué desmesura! Que si los vestidos, que si la decoración de la catedral, que si el recorrido, que si el menú, que si la vida de don Felipe, que si la biografía de la periodista, que si los invitados, que si las medidas de seguridad, que si los regalos... Y todavía nos queda la resaca de la ceremonia, la moviola, los comentarios de la jugada: pues fulanita lucía una pamela elegantísima, pues las pedrerías del vestido de sutanita eran divinas, pues el príncipe de yo no sé dónde resultaba realmente apuesto, pues la diadema de diamantes y rubíes engastados de la condesa era deslumbrante, pues el escote de yo no sé quién acaparaba todas las miradas, pues el sable del duque era descomunal... Lo peor de todo es que estas cosas crean escuela, oiga. Luego no nos quejemos cuando se case un torero o una folclórica y no quieran ser menos. O una hija del presidente del Gobierno.

Por suerte, hoy en Córdoba estamos de feria, así que tenemos la bendita posibilidad de pasar el día alejados de la televisión y de la retransmisión del regio acontecimiento. ¡San Calendario divino, que nos procuras tan reparador escape! Dios aprieta pero no ahoga, así que todos de cabeza al recinto del Arenal. Espero que a ninguna caseta se le haya ocurrido la cruel idea de instalar una pantalla para ofrecer la boda. No lo creo, sería ya el acabose. No, en la feria estaremos a salvo, con calor, con el albero metido en los pulmones, con la voz del tío de la tómbola instalada en lo más profundo de nuestro cerebro --eso sí, mezclada con el bulerías, bulerías del Bisbal-- y con el estómago revuelto por habernos tenido que subir con algún sobrino en algún diabólico cacharro de la calle del infierno, pero a salvo a fin de cuentas, sin imágenes del casamiento y sin periodistas del corazón.

Por cierto, lo único que me fastidia es no poder ver la retransmisión que realizará de la ceremonia la cadena alemana ADR, por el simple hecho de que contará entre sus comentaristas con mi amigo Pascual Rovira, célebremente bautizado por Tico Medina como El Señor de los Asnillos. No debe tener desperdicio. Ya le he pedido una copia de la cinta.