La ortodoncia es una especialidad odontológica que estudia, previene y corrige las alteraciones del desarrollo, las formas de las arcadas dentarias y la posición de los maxilares, con el fin de restablecer el equilibrio morfológico y funcional de la boca y de la cara, mejorando también la estética facial.

Según informa la doctura Montserrat Rojas, de Dental Lucena, la preocupación por el enderezamiento dentario, a veces hace olvidar al público la trascendencia de los fundamentos biológicos y objetivos funcionales de la ortodoncia, y de su naturaleza y encuadramiento sanitario. La ortodoncia enfrenta problemas que van mucho más allá de la colocación individual y pormenorizada de las piezas dentarias, y afronta, por el contrario, la corrección de alteraciones de los maxilares, de la cara y, sobre todo, de los trastornos funcionales de la masticación.

La edad adecuada para tratar las maloclusiones varia según el tipo de problema y su gravedad. Por lo tanto, es aconsejable consultar al ortodoncista tan pronto se descubra una anomalía. De todas formas recomendamos que, se detecte o no un problema, se lleve a los niños para revisión por el ortodoncista al menos a los seis años. El tratamiento de ortodoncia tiene como objetivo alcanzar lo normal de cada paciente. La normalidad, es lo regular, lo frecuente. Lo ideal, por el contrario, es lo que consideramos perfecto. Cuando los componentes anatómicos están dentro de las normas que se consideran aceptables, se configura un sistema que, desde un punto de vista ortodóncico, sin ser ideal, está dentro de un equilibrio funcional y estético.

La ortodoncia trata, reconduce, acomoda, encamina a cada paciente hacia su propia meta, haciendo que se reencuentre con su patrón de crecimiento y desarrollo, ajustando sus dientes y maxilares en el marco de su propia normalidad. ¡La normalidad, eso sí, necesita de ciertos parámetros de referencia! Definir la belleza es muy difícil y subjetivo. Sin embargo, un rostro atractivo siempre se encuadra dentro de proporciones armónicas, con las variaciones personales y raciales de cada uno, donde las medidas juegan un papel importante, aunque recordemos: ¡sólo como valores referenciales!

POSICIÓN. Existe relación entre la posición de las piezas dentarias y el resto del conjunto formado por los maxilares y la cara. Por eso es imprescindible conocer como se acoplan normalmente entre sí, pues la meta hacia la que se dirige el ortodoncista es el ensamblaje armónico de todas ellas. Lo que el ortodoncista hace es conformar relaciones de dientes y maxilares. La propia naturaleza de cada paciente es la que, más adelante, añadirá los ajustes compensatorios a cada caso, de acuerdo con el tipo facial propio de cada uno, todo ello dentro del marco de la individualidad personalizada. El ortodoncista interpreta debidamente y, por tanto, aconseja y decide sobre la variabilidad de la norma, pues para ello recibe formación complementaria específica en esta especialidad.

DENTICIÓN. Hay que tener en cuenta que la dentición temporal (de leche)) está constituida por 20 piezas dentarias. Empiezan a salir a los 6 meses, debiendo completarse alrededor de los 3 añoss. La dentición mixta el período dentario entre los 6 y 12 años en que las piezas temporales son gradualmente reemplazadas por las definitivas. Durante esta fase estarán juntos los dientes primarios y los permanentes. La dentición permanente se ompleta entre los 12 y 14 años, al haber hecho erupción todas las piezas de definitivas, a excepción de las “muelas del juicio”. El adelanto o retraso moderado en esta secuencia no debe preocupar, pero sí ser motivo de consulta con el ortodoncista. Circustancias diversas influyen sobre el orden y la rapidez eruptiva.

¡A la cronología y curso de la erupción dentaria también se aplica la “normalidad individualizada”!

LA OCLUSIÓN. La erupción dentaria, es decir, la aparición de dientes a través de las encías, comienza a edades diferentes y puede tener una secuencia variable, como hemos visto. A medida van erupcionando los dientes temporales, también se desarrollan verticalmente los huesos maxilares. Cuando emergen los primeros molares de leche en la parte posterior, llega un momento en que los superiores se encuentran con los inferiores, entrando en contacto y estableciendo un engranaje que antes no existía: se ha logrado la Oclusio?n.

La erupción de estos primeros molares permanentes es de gran importancia, pues, además de ser piezas definitivas, sirven de guía para la colocación correcta de todas y cada una de las demás aún por salir. Por todo ello, su protección y debida conservación resulta fun- damental. Los molares y caninos temporales guardan el espacio que, más adelante, ocuparán los caninos y premolares definitivos. Dado que el tamaño de los temporales es mayor que el de los permanentes aún por brotar, esta diferencia proporciona un espacio que hay que conservar, del que resulta imprescindible disponer para la mayoría de los tratamientos. ¡De ahí la importancia (y la necesidad ) de mantener sanos los primeros molares definitivos que erupcionan aproximadamente a los 6 años!

Como se deduce, este es un período trascendente del desarrollo de la mordida. Por ello resulta imprescindible la visita al ortodoncista al menos a los 6 años de edad, para asegurar que más adelante, a los doce, cuando hagan erupción los segundos molares permanentes, todas las piezas dentarias encajarán exactamente dónde y como deben.

En la mayoía de los casos los molares permanentes, molares “de los seis años”, deberán mantenerse donde estén. La situación de la mordida resulta aún más comprometida al darse la circunstancia de que en el maxilar superior el espacio disponible para el recambio dentario es menor que en el inferior, razón por la que especialmente los molares superiores deberán ser mantenidos en las posiciones que ocupan, sin permitir su desplazamiento.

Este espacio hay que mantenerlo a toda costa. Para conseguirlo, cuando se hubieren perdido piezas temporales, por unas razones u otras, será necesario colocar “mantenedores de espacio“, para conservar el de las piezas dentarias definitivas. La indicación del mantenedor de espacio la proporciona el examen radiográfico.

Los mantenedores de espacio deben controlarse periódicamente para observar el estado de erupción de las piezas permanentes. Cuando esto suceda, entonces será el momento de retirarlos. La relación que mantiene la corona de los dientes definitivos en formación con las correspondientes piezas temporales, determina que las permanentes vayan eliminando por presión a las temporales, favoreciendo, por consiguiente, su reemplazo. Por el contrario, una situación paralela de los ejes de ambas retrasará el recambio de los incisivos, aparte de ocasionar que los definitivos puedan erupcionar por delante o detrás de los temporales, sin que estos hubiesen sido reemplazados.

El ángulo que guardan entre sí los incisivos superiores e inferiores, pasa de una situación más plana, al principio, a otra acusadamente más convexa, al final, lo que añade espacio al recambio dentario. El aumento de espacio para el recambio también se da en sentido transversal, lo que posibilita que las coronas de los incisivo puedan ubicarse debidamente. Cuando esto no sucede se produce una causa de apiñamiento dentario. Es importante la visita al ortodoncista a estas edades para observar lo que acontece y supervisar el recambio y la mordida de los dientes incisivos.

VARIANTES FACIALES . El énfasis en la relación de los primeros molares permanentes determinó que, en un principio, se pensara únicamente en términos de posición de piezas dentarias para clasificar las mordidas. Las relaciones que guardan entre sí los componentes faciales varían enormemente, dependiendo del tipo de cara de cada uno, que las diferentes unidades faciales se sitúan más adelantadas o retrasadas, más abiertas o cerradas, más elevadas o descendidas, más os o menos desplazadas hacia un lado u otro.

Es imprescindible, por consiguiente, conocer a fondo este tema para poder hacer un diagnóstico correcto de la deformidad y establecer el tratamiento adecuado para cada caso en concreto. Finalmente cabe destacar que el ortodoncista determina con precisión el patrón morfogenético de cada paciente, algo imprescindible para alcanzar un diagnósticoco correcto de la mordida y para poder establecer el plan de tratamiento apropiado.