Cuando la Consejería de Educación apuesta en escuelas e institutos, a través de la Inspección, por el énfasis en el cumplimiento de la normativa o el exhaustivo control de documentos ajustados a la misma, se inicia una especie de sacudida que pasando por los equipos directivos termina en la burocratización del trabajo del profesor. Estos terremotos burocráticos llevan en su génesis y desarrollo un virus letal: parece más importante tener todos los documentos bien cumplimentados que dedicar tu tiempo --en los centros y en casa-- a lo que realmente importa y debe hacerse: mejorar la práctica docente. Todos sabemos que el fracaso escolar es hoy, sino el mayor, uno de los principales problemas del sistema educativo. La Administración, con extrañas medidas --y a nuestro juicio equivocadamente-- presiona con frecuencia a maestros y profesores para aumentar el "éxito escolar". Pero, ¡ojo!, el éxito llegará con mejor formación del profesorado, con el esfuerzo de los alumnos y la inestimable colaboración de sus padres, con medidas reales de integración de los más débiles y con el apoyo de toda la sociedad a sus docentes. Tener los papeles y tenerlos claritos agota personas y tiempo y eso no mejora la escuela. Por otra parte, habría que diferenciar entre mejora de resultados y calidad de enseñanza. La Administración educativa se suele conformar con lo primero e ignora con frecuencia lo segundo. Se pueden mejorar los resultados sin que el sistema tenga una mínima mejora en calidad. Así, los resultados pueden mejorarse, por ejemplo, modificando la forma de medir, de evaluar. Se centra en el final, cuando lo importante es el proceso y sus circunstancias.

La calidad y el éxito, además de buena organización y funcionamiento, requieren de otras medidas como el tan traído y llevado, y hasta ahora olvidado Pacto por la Educación. La dignificación de la figura del profesor es imprescindible en una sociedad en la que cada día se le desautoriza más y donde se fomentan valores contrarios a los que se enseñan en los centros educativos (¿La Educación como contracultura social?). El colectivo de docentes como tal se siente desamparado por las familias, la administración y la sociedad. Por propia experiencia hemos llegado a la conclusión de que los grandes partidos se ocupan de la Educación, pero realmente no les preocupa.

La actualización de la formación de los docentes en ejercicio debe ir ligada a la realidad escolar. A mejor formación del profesorado, alumnos más críticos, más participativos, más demócratas, con mejor moral social y ética individual. En definitiva, mejores resultados. Además, es imprescindible que la formación se realice en horas lectivas ¡ya está bien de doblar la jornada con cursos de formación!

Al cambiar la estructura familiar clásica, necesariamente están cambiando las relaciones entre la familia y la escuela. Una entrevista padres-tutor puede ser una trampa judicial si hay un proceso de separación o divorcio. Las demandas civiles son cada día más frecuentes, también las amenazas, insultos e incluso agresiones. Todo esto en un panorama de crisis, con un profesorado que trabaja más horas, ganando menos, con derechos recortados y sin que nadie se preocupe por saber qué es lo que hace bien. ¡Que algo será! Perder el tiempo haciendo papeles y revisándolos pone el foco en el punto equivocado. Lo importante es cambiar a mejor la práctica docente. Si a los docentes se les sigue cargando de burocracia, los documentos rozarán la perfección pero los alumnos se sentirán cada vez más desatendidos. Y eso es un grave problema.