Tremenda revancha de la última final del Mundial. Turquía, anfitriona del aquel torneo aupada por el apoyo de su grada (y con alguna ayudita extra), tuvo entonces una muy honrosa derrota (64-81) ante la selección que comandaban Lamar Odom (antes de que la droga truncara su carrera) y un joven Kevin Durant. Ayer, en la sede de Bilbao, el resultado final fue más abultado (77-98) pero la imagen bien distinta: Turquía se marchó al descanso con cinco puntos de ventaja (40-35) y sometió durante muchos minutos a EEUU, gracias al control del rebote, un gran acierto en los triples y sin dejar correr a su rival. La intensidad de Faried (22 puntos) y la defensa edificaron un contundente parcial de 1-17 que permitió a los defensores del títulos desatascar el primer partido complicado del torneo.

Turkoglu, Ilyasova, Onan y Erden (los cuatro mejores otomanos hace cuatro años) vieron desde la tele el gran encuentro de sus compatriotas. Con solo tres jugadores de aquel bloque que devolvió a EEUU la corona mundial (Derrick Rose, Stephen Curry y Rudy Gay), la selección norteamericana solo volvió a ofrecer en el tramo final la concentración y hambre mostradas en el esplendoroso inicio ante Finlandia (114-55).

Irving, Harden, Curry, Faried y Davis volvieron a repetir en un cinco inicial que se antoja titular todo el torneo. Aunque, con tanto talento y rotaciones, para coach K hay pocos titulares y suplentes. Los árbitros penalizaron mucho en los primeros minutos la intensa defensa norteamericana y Turquía lo supo aprovechar. A los cinco minutos el entrenador norteamericano ya había cambiado a todo el equipo y había pedido un tiempo muerto porque la actitud de sus jugadores no era la que esperaba. Sin poder apretar tanto en defensa, sin poder correr y con una mala selección de tiro, EEUU se fue al entreacto por detrás en el marcador (40-35).

CONTROL DEL REBOTE Gracias al control del rebote (28-21 al descanso), las visitas continuas a la línea de personal (18 había lanzado al descanso por 5 de su rival) y al acierto en los triples, Turquía siguió mandando durante el tercer acto. El bloque de Ergin Ataman estaba en estado de gracia, encadenaba triples como si fueran golosinas, mientras su rival fallaba hasta los tiros libres.

Contagiados por la intensidad y arrojo de Kenneth Faried, el eléctrico pívot de los Denver Nuggets, los norteamericanos se hicieron definitivamente con el partido al final del tercer cuarto. La defensa, el principal activo de este equipo, empezó a carburar. Un parcial de 1-17 permitió pasar del 59-59 al 60-76 que dejaba el choque sentenciado, convirtiendo los últimos minutos en el habitual festival de triples y mates. Faried, el mejor jugador del partido junto a James Harden, fue ovacionado al igual que todo el equipo turco. El resultado final no ocultaba las dificultades para cosechar la 37 victoria en estos ocho años de reinado de leyenda en el que el winning team ha conquistado dos oros olímpicos y uno mundialista (además de un torneo de la Américas).

Seguro que España y el resto de equipos tomaron nota del camino marcado por los turcos para intentar poner fin a su reinado.