No es la primera vez que se adapta para la gran pantalla el libro de Thomas Hardy. Ya en 1967 realizó John Schlesinger una traslación protagonizada por Julie Christie y Terence Stamp, entre otros. Sin embargo, ahora el cineasta danés Thomas Vintherberg (sus primeras obras se construyeron dentro del movimiento 'dogma 95', 'Celebración' --por ejemplo--, y hasta en sus últimas cintas ha mantenido un buen nivel de calidad, recordemos 'Submarino' y más recientemente 'La caza') ha conseguido un deslumbrante filme donde todo constituye un verdadero placer estético, desde su hermosa fotografía, donde se retrata con admirable iluminación un buen tanto por ciento de espacios naturales situados en la campiña inglesa, hasta la gran calidad interpretativa de los componentes de un reparto de alta calidad donde brilla, con la sensibilidad que la caracteriza, Carey Mulligan (interpreta tan bien como canta, ya lo vimos en 'Shame' y ahora podemos volver a disfrutar de su voz en versión original, todo un lujo). Música penetrante e intimista para un relato de sentimientos contenidos, donde una mujer lucha por su independencia y libertad frente a las ideas imperantes en una sociedad como la británica del siglo XIX. Todo está compuesto con una exquisitez impecable. La tensión contenida se muestra a la hora de exponer cómo la protagonista ha de luchar entre esa aparente fragilidad y la fortaleza mental y psicológica. Entre la razón y el corazón deambula cuando uno tras otro se le van presentando los pretendientes. El argumento, que podría convertirse en un relato lacrimógeno y almibarado, discurre con total precisión y consigue un tempo sereno en sus casi dos horas de metraje que nos atrapa desde principio a fin, sin que caiga en pretenciosidades ni excesos. Por tanto, es una película muy recomendable, sobre todo cuando la vemos y disfrutamos en V.O. para apreciar los trabajos interpretativos.