«Los desaparecidos somos los grandes olvidados de la sociedad aunque cada año en Europa desaparecen una media de 250.000 menores», afirma Isidro, el padre de Paco Molina, el joven de 16 años que fue visto por última vez el 2 de julio del 2015. «Paco no se fue, se lo llevaron, seguramente engañado, porque era un niño de 16 años y a esas edades son fácilmente manipulables, pero no se fue por una rabieta ni de forma voluntaria, no llevaba ni ropa, además es inconcebible en él que no haya contactado con nosotros en todo este tiempo». Lo dice Rosa, a la que la guía su instinto de madre. «Yo sé que mi hijo está en alguna parte y que tengo que encontrarlo», afirma convencida, mientras muestra su incomprensión por el desinterés de la sociedad. «Las desapariciones son un problema social muy grave, que le puede pasar a cualquiera», afirman. Cada día, «nuestro único pensamiento mañana, tarde y noche es ¿dónde está Paco?», explica sincera Rosa, «nadie puede imaginar la impotencia y el dolor que se siente en esta situación».

Aunque reconocen errores al inicio de la investigación, entre ellos, el hecho de que la sección de menores no interviene en estos casos durante el fin de semana y su hijo desapareció un viernes por la noche, ahora admiten que el caso no está en vía muerta. «Me consta que la UDEF está trabajando en el caso, pero pasa el tiempo y las líneas de investigación se reducen...». La consejera de Justicia, Rosa Aguilar, los recibió ayer para mostrarle su apoyo y trasladarles su intención de pedir información al ministro de Interior sobre la investigación.

Durante estos 27 meses, han recibido llamadas de alerta fallidas, que agradecen, y otras de broma, malintencionadas «que hacen mucho daño». Han revisado cada conversación, cada escrito de su hijo y mantienen el contacto con la Fundación Quién Sabe Dónde, en la que encuentran el apoyo de otros que están pasando lo mismo que ellos. Este trance que ya dura 27 meses lo están llevando sin apoyo psicológico público. «Las familias de las desaparecidas somos el fin del mundo. No hay ningún servicio, solo si aparece, pero ese día, no vamos a necesitar psicólogo ya».

El día que desapareció, su madre lo vio desde la ventana salir con un amigo. Llevaba el DNI, 4 euros y el móvil, que se apagó esa noche después de avisar que se quedaba a dormir en casa de un amigo y no se ha vuelto a encender. Ese amigo les contó que él había quedado con otro amigo que los demás no conocían. «¿Quién es ese amigo, si es que existe tal amigo?», se pregunta su madre. La última vez fue visto en un autobús dirección Madrid, no se sabe si solo o acompañado. Días antes, había hablado con su madre sobre sus planes de futuro. «Quería sacarse el título de la ESO por libre y luego Bachiller, hemos revisado cada conversación, cada papel de su cuarto y no hay nada raro». El 24 de octubre, Paco cumplirá 19 años. «La vida nos cambió un 2 de julio, ya solo vivimos para encontrarlo», dice su madre, «cada día abrimos los ojos con esa esperanza, nadie se evapora».