Entró en el Congreso de los Diputados hace cuatro décadas con solo 19 años. La madrileña Ana Rivero Moreno era ya la taquígrafa más rápida de España.<b>

</b>-Vengo de familia de taquígrafos: mi padre, un tío, mis hermanos… Pero, fíjese qué curioso, en el bachillerato laboral me suspendieron un verano la taquigrafía, y mi padre, que era profesor de la materia, me cogió por banda, «ven aquí, guapa»

<b>-La preparó.</b>

-¡A base de bien! Con 18 años gané el premio Martí al taquígrafo más rápido; fui la primera mujer en obtenerlo. Aun así, mi padre me preguntó si era consciente de lo que hacía metiéndome en el Congreso.

-¿Por qué?

-Era durísimo. Piense que ahora tenemos el apoyo de grabaciones y vídeos, pero en aquel entonces no había medios.

-¿Lo peor es el estrés?

-Sí, por la tensión acumulada. Mi tío me contó que a mediados del siglo XX dos taquígrafos del Congreso murieron de infarto. De todas formas, ha sido lo mejor que he hice en mi vida.

-También, mucha responsabilidad.

-Como tenía solo el bachillerato, con el paso del tiempo me di cuenta de que necesitaba prepararme más, sobre todo cuando empleaban términos jurídicos. Total, me puse a estudiar Derecho y me doctoré.

-Se relevan cada 5 minutos, ¿no?

-En los plenos, sí. Cada cinco minutos entra un compañero nuevo porque al día siguiente las intervenciones ya tienen que estar publicadas en el diario de sesiones. Por cada cinco minutos de taquigrafía se necesitan otros 55 para la transcripción.

-¡Una hora!

-Porque contrastamos todo lo que se dice: nombres, fechas, enmiendas, datos… Y que el discurso tenga coherencia. Mucho trabajo para un equipo de 37 personas. Además, se registran las incidencias.

-¿Incidencias?

-Cuando las activistas de Femen se quitaron la camiseta y mostraron los pechos, hubo que consignarlo porque se interrumpió la sesión. También los aplausos, las risas, los insultos.

-¿Todo?

-Todo lo que tenga trascendencia, con la idea de que si alguien consulta el diario en un par de generaciones entienda qué estaba sucediendo. A veces sudamos tinta.

-Cuente, por favor.

-Hace muchos años, un orador mencionó en varias ocasiones la palabra «bucijo» o «botijo». Ni mis compañeras ni yo entendíamos nada, así que me puse en contacto con él. Pues resulta que se refería al presidente de Estados Unidos, «Bush hijo».

-Entiendo que el “a la mierda” de Labordeta también quedó escrito.

-Claro; protestó porque no lo escuchaban, el pobre.

-¿Algún buen orador que recuerde?

-Gregorio Peces-Barba lo fue. Y con Carrillo nos lo pasábamos muy bien.

-Lo imagino.

-Como taquígrafa, se me saltaban las lágrimas porque estaba siendo testigo de un capítulo de la historia impresionante. Me emocionó ver ahí sentados a Pasionaria, a Rafael Alberti… Vi nacer la democracia.

-El 23-F también lo vivió.

-Por un minuto no me pilló dentro; estaba con las cuartillas en la mano para entrar, pero había un guardia civil en la puerta. Le dije que tenía que relevar sí o sí a mi compañera, pero me respondió que si entraba ya no saldría.