Lo siento, mis queridos cordobeses, pero por más que he intentado olvidar lo del otro día en El Arcángel, cuando el feo del siete del Madrid a nuestra gente, no se me va de la cabeza, así que hoy, con un tiempo de distancia, pero no de olvido, aquí me tienen que aprovecho para mostrar mi rotundo desagrado por lo sucedido y protestar, que es algo que aún me es posible hacer y además por escrito, y más aún en esta página que cada día, ante mi propio asombro, yo que ya no tiemblo por nada, o casi nada, se está leyendo sin tregua.

Vale. De todas formas, que protesto, y mucho, y quiero que se sepa, que aunque Ronaldo gusta de ser llamado por su nombre de pila, o sea, Cristiano, ese día no lo fue, no hizo honor a su bautismo con lo de aquel desgraciado golpe a uno de nuestros muchachos. Así que ceniza, que ya está cerca el miércoles, para el que dicen que es el mejor del mundo. Hay que serenar los instintos, campeón, físico, aunque en la química del espíritu ese día en El Arcángel fue usted un bárbaro. Sí señor. Dos partidos de penalización y desde luego mi protesta. Era usted hasta ese día el ídolo de la mitad de mi casa, que son del Madrid. Yo ya he dicho que soy de Curro Romero. Así que cero, y a pedir perdón a los cordobeses.

Dicho lo cual, como se dice ahora, en la moneda de la actualidad, que el perol tiene que ser más o menos fresco, para que sea más efectivo. Hay en estos días sonrisas y lágrimas, como a veces digo. Y muy cercanas algunas. Como por ejemplo, nuestro cabo de la boina celeste, Soria, al que mataron cuando hacía de arcángel en la linde de la vida y de la muerte de un paisaje con olivos, como el nuestro. A su viuda, tan joven, tan madre ya, casi, este primer arroz amargo de nuestro domingo primero de febrero.

Como para aquellos que tanto quisieron, disfrutaron, con Amparo Baró, a la que conocí, a la que aplaudí, de la que tantas veces conté. Adiós Amparo, adiós, te recuerdo asomada al balcón de tu casa cuando vivías en General Mola, esquina a Hermosilla, donde yo iba a alquilar los chaqués de cuando alguno de mis hijos se casaba por la iglesia... Y acabo de saber también que se nos ha ido Carmen Morell, sí, aquella que cantaba con Pepe Blanco, ¿recuerdan?, pues adiós, y en Valencia, donde nació.

Mientras tanto, más vivo que nunca, Julio Anguita, voz cada día más de pie, entera voz de la honestidad política. Lo que creía, hasta el final, sin cambiar un ápice. Cada vez se le busca y se le encuentra más, en las redes, en los medios, en la tele con su aire de viejo cronista de la vida española.

Y Fitur, donde estuve, camuflado casi con una barba postiza. Claro que sí, Córdoba, en mi paseo, aunque hay otros sitios donde no pude acudir como es mi deseo. ¡Estos huesos, que no perdonan! Hay veces que mi cuerpo no responde a lo que le pido. Como a veces le pasa a Antonio Gala, que ha sufrido un nuevo jamacuco y que mejora en su Baltasara de Málaga.