Números y sensaciones. Puntos y juego. El debate en el fútbol será eterno, porque siempre se disgregan o se unen ambos conceptos según interese en cada momento. «Ganar queremos todos, pero sólo los mediocres no aspiran a la belleza», dijo una vez Valdano, que aseveró: «Es como pretender elegir entre un imbécil bueno o un inteligente malo». Así, este Córdoba al que lo más bello que le adorna son las palabras, tanto en la previa como en el post-partido, se da de bruces cada fin de semana con su realidad. Y no es otra que a este equipo sólo le quedan los números. Ojo, que no es poco, aunque son peores que los que mostró la pasada campaña a estas alturas. Pero siempre transmite la sensación de que es nadar para morir en la orilla. Sólo hay que mirar, precisamente, el desenlace de la temporada anterior, en el que el equipo fue castigado por los mismos problemas que sufrió durante todo el año. Y si llega a eso, cerca del final, es por el compromiso, la lucha, la entrega de todos y cada uno de sus componentes, difícil de poner en duda, porque de lo otro... Corto y con sifón. Aunque a modo de advertencia -que debe servir también en modo local- el mismo campeón del mundo también ha comentado en alguna ocasión que «los que se pasan el día hablando de lucha y garra son los que tienen poco que enseñar». Y este Córdoba, por ahora, continúa confirmando que, de enseñar, más bien poco. El debate, una vez abandonadas -por imposibles- otras posibilidades que sí tienen otros, se limita a las individualidades: con Juli por dentro se adivina que el equipo puede estar mejor, que Alfaro no termina de arrancar, que Guille Donoso -lógico- acusa la juventud e inexperiencia o que la defensa titular se queda justita, justita, por lo que cuando no está... Miedo. Podría plantearse dudas sobre el juego, pero el baile de mediocentros «organizadores» o «técnicos» en este Córdoba en las dos últimas temporadas es como para hacérselo mirar o, peor, para confirmar que mientras que se sumen puntos, como sean, dará igual todo. De manera que vivimos el momento, aunque éste muestre, también, que el futuro no se ve precisamente despejado o con cierta confianza.

El Córdoba ha puntuado en todos sus partidos como visitante salvo el de la tarde nefasta de Huesca. Así que seguirá viviendo el instante. Una nueva versión del cholista «partido a partido», más inmediata, más espontánea, más de superviviente. Algo que gusta especialmente en El Arcángel, siempre presto al punto épico, al minuto heróico, a lo incomprensible...

Visitaba el conjunto blanquiverde al cuarto peor local de la categoría, un Elche que había encajado la friolera de 10 goles en cinco partidos, con una defensa no mucho mejor que la blanquiverde y con ocho bajas en su plantilla. El primer dato llamativo, nada más finalizar el encuentro, es que al ex, Juan Carlos, no se le vio, mientras que el polaco fue el mejor de los suyos y del encuentro, en el que logró mantener al Córdoba en sus peores momentos.

El partido fue de bajísimo nivel y el único que quiso subírselo fue el Elche. Quizá porque era también el único que podía. La primera media hora fue un tostón infame en el que sólo se podía destacar una jugada individual de Hervías (min. 24) y un contragolpe a cargo de Rodri que terminó en el lateral de la red (min. 37). Los acercamientos más claros eran locales, aunque sin peligro. Curiosamente, un gol que podía ser psicológico le sirvió al Córdoba para salvar la cabeza. Porque en el minuto 40, de nuevo a balón parado, el Elche se adelantaba en el marcador. El Córdoba acusó el golpe y en cinco minutos los locales acumularon otras tres clarísimas ocasiones de sentenciar por medio de Nino (minuto 42), Pelayo (minuto 43) y de Pedro (minuto 44). Un tirito de Donoso al filo del descanso fue el balance ofensivo de peso del Córdoba en unos primeros 45 minutos que se cerraron con la sensación de que si el Elche anota cinco minutos antes podía haber cerrado el encuentro definitivamente.

En cualquier caso, la segunda mitad no fue muy diferente. Al contrario. El ritmo bajó un punto más y daba la sensación de que los franjiverdes podían sentenciar a la contra, como en una jugada de Hervías que terminó con un centro que no pudo rematar Pedro, pero sí Nino, aunque sin consecuencias en el marcador. Poco después era Nino el que cabeceaba entre los dos centrales cordobesistas para dejar el corazón en un puño (minuto 61). Entraron Bergdich y Piovaccari por Guille y Borja Domínguez y fabricaron, aisladamente, el gol del empate, con un buen remate de cabeza del italiano. Pero poco más hizo el Córdoba, porque a partir de ahí de nuevo los ilicitanos intentaron desequilibrar el marcador. Kieszek desviaba con los pies un disparo de Pedro que olía a gol (min. 71) y de nuevo el ex blanquiverde ponía a prueba al polaco en el minuto 75. El conjunto franjiverde rondaba el área cordobesista y el reloj corría demasiado lento. Nino volvió a buscar su gol, pero de nuevo Kieszek se lo negó (min. 83) y tanta luz tenía el polaco que en su único error, un momento de duda tras un saque de esquina que finalizó en gol local, éste fue anulado porque el balón había salido por la línea de fondo (min. 91).

«Algunos dirán que sólo interesa ganar y otros, más cándidos, seguiremos pensando que si esto es un espectáculo también importa gustar», decía Valdano. Y gustar consiste, también, en mostrar consistencia, fiabilidad en todas las líneas, porque hay bellezas y bellezas. Y el punto logrado ayer por el Córdoba sigue siendo de intranquilidad.