El 23 de marzo de 1991, el arquitecto Rafael de la Hoz Arderius recibía de manos del alcalde, Herminio Trigo, la Medalla de Oro de la Ciudad. La entrega del reconocimiento a este madrileño muy vinculado a Córdoba fue en el Alcázar. De este arquitecto, artífice del Hospital Provincial, la Facultad de Medicina, la Cámara de Comercio y el Parque Figueroa, entre otros, Trigo subrayó la faceta humanista de su obra. El galardonado, que tenía 66 años --falleció en el 2000--, dijo que era "la máxima distinción que cabe imaginar". Diario CORDOBA inmortalizó en portada aquel emotivo homenaje.

Veinticinco años después, su hijo, el arquitecto Rafael de la Hoz Castanys, recuerda ese día "como uno de los momentos de mayor satisfacción en su vida. Los que somos cordobeses sin haber hecho mérito alguno para ello tal vez no sepamos valorar la satisfacción que supone serlo para los que se lo han tenido que ganar por méritos propios". El no pudo acompañar a su padre en el acto por motivos laborales pero asegura que en su casa se recibió la noticia de aquella distinción "con intensa gratitud" y "orgullosos" de la ciudad, "que sabe ser generosa con sus hijos sin importarle donde nacieron, sino lo que hicieron". "Nunca", afirma, "le oí decir que era madrileño, e incluso, cuando se veía obligado a precisar, se limitaba a señalar que había nacido en Madrid, que no cabe elegir donde se nace, pero sí donde se pace".

Aquella distinción no era una más, fue "especial", señala, ya que "se la concedían sus paisanos". De la Hoz rememora que "siendo niño, en una entrevista radiofónica, le preguntaron su opinión sobre los cordobeses, y casi medio siglo después, recuerdo perfectamente su respuesta: les quiero porque presumen tan poco de sus virtudes que ni siquiera saben cuáles son, y no me pregunte por los defectos porque debo ser el único cordobés que no habla de ello. Y si un pueblo así decide distinguirte...". Su padre le aportó "la ética del trabajo" y le cautivó con un rasgo que no olvida, "que siendo poseedor de una inteligencia excepcional, la cualidad que más admiraba en los demás era la bondad".