A la espera de conocer dónde se materializarán los recortes, funcionarios, interinos, investigadores, alumnos y padres llevan días cruzando los dedos para no llevarse un susto muy grande cuando sepan cómo les afectará al bolsillo el hecho de trabajar en la universidad o de iniciar estudios superiores. Mientras se intenta minimizar el impacto social del tijeretazo educativo, muchos auguran que el próximo curso habrá un bajón en el número de alumnos matriculados.