Como lleva siendo tradición, comenzamos un nuevo año con uno de los congresos anuales más importantes de la astrofísica internacional: la reunión de la Sociedad Astronómica Americana (AAS por sus siglas en inglés), que este año ha sido en Honolulu (Hawái, Estados Unidos) entre el 4 y el 8 de enero y que ha contado con más de 1000 astrofísicos participantes (no muchos españoles, de forma personal yo no sacrifico las últimas semanas de la Navidad y la festividad de los Reyes Magos por una semana intensa de trabajo). Así no es de extrañar que el principio de año siempre venga cargado de noticias astronómicas que se hacen públicas en este congreso, el primero de 2020.

El primer congreso de 2020, decimos, pero ¿es de la década? Quizá durante las últimas semanas el lector haya leído o escuchado en algún lado, sea en la televisión, radio, periódico, redes sociales o conversación familiar durante una comida de Navidad, que estrictamente hablando 2020 es el año 19 del siglo XXI y que las décadas comienzan con los años que terminan en 1 (ej. 2011) y concluyen en los años que terminan en 0 (ej. 2020). Esto es así porque no existe el año 0 en nuestro calendario: se pasa directamente del -1 (1 a.C. ó 1 AEC) al 1 (1 d.C. ó 1 EC). Así, contar 100 años (1 siglo) nos llevaría al final del año 100, de igual manera que 2000 fue el último año del siglo XX y 2001 el primero del siglo XXI. Y, según esta definición, las décadas contadas como períodos de 10 años siempre se cerrarían el 31 de diciembre de los años que terminan en 0 (ej. el 31 de diciembre de 2020).

Estrictamente hablando, también podemos definir como ‘década’ lo que es un ‘decenio’, un período de 10 años, que arbitrariamente colocamos en los años que empiezan en 0. Según este convenio sí habríamos empezado ya una nueva década. Y esta controversia puede generar un intenso debate con acaloradas discusiones que no llevarían a ningún sitio. Lo único seguro es que estamos comenzando el año 2020 (arbitrariamente definido, por cierto) ahora, pero que en realidad sólo 2019 años han pasado completos por la falta del ‘año cero’ en nuestro calendario.

En fin, volviendo al congreso de la AAS, una de las noticias que más ha llamado la atención a astrofísicos y medios de comunicación estos días es la publicación de una fantástica imagen obtenida con el Telescopio Espacial Hubble. Se trata de esta preciosa toma de la gigantesca galaxia espiral UGC 2885. Localizada sobre la constelación boreal de Perseo, en realidad se encuentra a unos 232 millones de años luz de nosotros. En primera aproximación UGC 2885 se parece mucho a nuestra propia Vía Láctea: es una espiral barrada con formación estelar, gas difuso y estrellas jóvenes. Pero lo interesante es que UGC 2885 es en realidad mucho más masiva que nuestra Galaxia: es una 2.5 veces más grande y posee hasta 10 veces más estrellas que nuestro ‘universo-isla’. En valores absolutos, su tamaño es de unos 260 mil años luz y posee alrededor de 2 billones de soles. Es así una de las galaxias espirales más grandes que se conocen. Precisamente por eso durante cierto tiempo recibió el apodo de ‘la galaxia Godzilla’.

Para obtener esta imagen se consiguieron varias tomas en distintos filtros usando el instrumento WFC3/UVIS a bordo del Telescopio Espacial Hubble. Las tomas en un filtro azul se combinaron para obtener el color azul, las tomas en un filtro verde se promediaron para obtener el color verde, y las tomas en filtro infrarrojo se combinaron para obtener el color rojo. Como suele ser normal en imágenes profundas de galaxias, esta toma también muestra objetos muy cercanos (estrellas de la propia Vía Láctea, dos son muy evidentes en el centro-izquierda de la galaxia ‘fastidiando’ la estética de UGC 2885 y arriba; las demás son más sutiles pero las ‘líneas de difracción’ las identifican claramente) y objetos muy lejanos (galaxias en las profundidades del Cosmos, que aparecen como difusos objetos rojizos aquí y allá).

UGC 2885 fue una de las galaxias que la famosa astrofísica estadounidense Vera Rubin usó para sus investigaciones durante ‘las décadas’ de los 70 y 80 del siglo pasado. Usando datos espectroscópicos, con los que se puede medir ‘la rotación’ de la galaxia, Vera Rubin y sus colaboradores descubrieron que hacía falta mucha más materia que la que vemos en forma de gas o de estrellas para explicar la dinámica de las galaxias. Es aquí donde surgió por primera vez el problema de la ‘materia oscura’ en galaxias (ya en 1933 el astrofísico suizo Fritz Zwicky había encontrado el mismo problema de la falta de materia estudiando la dinámica de los cúmulos de galaxias), motivo por el que Vera Rubin fue, hasta su muerte el día de navidad de 2016, favorita para recibir un Nobel de Física.

Con motivo de entender mejor la naturaleza de UGC 2885 y sus propiedades, además de honrar a la recién fallecida Vera Rubin, un grupo internacional de astrofísicos liderados por Benne Holwerda (Universidad de Louisville, Estados Unidos) iniciaron en 2017 un proyecto de investigación con el que se solicitaba tiempo en el Telescopio Espacial Hubble para nuevas observaciones. La iniciativa surgió via Twitter, dado que muchos de los participantes en este proyecto son asiduos a la divulgación astronómica por esta red social.

En efecto, para la masa que tiene, UGC 2885 debería ser una galaxia elíptica y debería tener poco gas difuso, pero eso no es lo que vemos en ella. Esto fue lo que motivó a Benne Holwerda y colaboradores a pedir tiempo al Telescopio Espacial Hubble y así estudiar el tipo de estrellas que contiene (jóvenes, viejas) y dónde se localiza la formación estelar en detalle.

Ya se sabía que UGC 2885, a pesar de ser una galaxia espiral gigante, parece muy dormida. La Vía Láctea, siendo mucho más chica, tiene el doble de actividad de formación estelar. El agujero negro súper-masivo en el centro de UGC 2885 parece también inactivo. Los astrofísicos creen que la galaxia ha estado durante miles de millones de años acretando lentamente material difuso del espacio intergaláctico, sin apenas interaccionar con otras galaxias. De ahí que no haya evolucionado a galaxia elíptica (suelen ser el resultado de dos galaxias tipo espiral) y que, por ejemplo, no muestre una cantidad muy grande de cúmulos globulares (no aparecen muchos en las nuevas imágenes), como es de esperar como consecuencia del ‘canibalismo galáctico’.

Gracias a estas observaciones se ha ‘rebautizado’ a UGC 2885 como ‘la galaxia de Rubin’ en honor a la prestigiosa astrofísica. ‘No en vano’, comentaba Benne Holwerda en el congreso de la AAS de esta semana, «mi propia investigación en astrofísica fue inspirada nada menos que por el trabajo que Vera Rubin publicó en 1980 sobre la rotación de las galaxias, incluida UGC 2885». Así, la imagen queda también como conmemorativa en memoria de esta gran científica.