Sé que este no es tu viaje favorito, tampoco el mío, pero ya que lo he empezado, voy a acabarlo y, además, que es Córdoba. El caso es que la carretera en la que Pepe abre los brazos es muy mágica; está entre La Granjuela y Fuente Obejuna. Ese día había elecciones generales, que las pasamos en Santa Eufemia. Pusieron las urnas en una residencia de mayores, junto a un mirador donde la gente mayor llegaba muy arreglada, algunos con corbata y chaqueta. Hacía una mañana espléndida. En el pueblo solo veíamos carteles del PP y del PSOE, ninguno de Ciudadanos o Podemos. Bueno, en las afueras de El Guijo vimos uno de Izquierda Unida. Nos gustó ver a la gente votar. Luego nos fuimos a Belalcázar por una carretera tétrica, la CO-9402 (no sé si te suena alguno de estos pueblos) y paramos en un bar a ver cómo iban los resultados, pero no ponían nada en la tele y tampoco nos daban comida. Digo que la carretera era tétrica, pero lo realmente negro era el día; el fin del mundo. No vimos un solo coche. Fue un momento crítico. Teníamos hambre y no paraba de llover. Aún nos quedaban 46 kilómetros para llegar a Fuente Obejuna. Hasta pensamos en abandonar, pero como ya teníamos reservado el hostal, seguimos. Por la tarde escampó y vimos un atardecer guapísimo al pasar Valsequillo; fue un subidón acabar así el día. Y luego, en el hostal El Comendador, éramos los únicos huéspedes. Los pasillos eran muy largos y estrechos, daban algo de miedo. Al llegar a los sitios siempre ponemos música, pero aquel 20 de diciembre encendimos la tele y mientras nos duchábamos, íbamos viendo el recuento. Salimos a dar una vuelta, muchas calles del pueblo estaban levantadas por obras, y acabamos en un bar que, para nuestra sorpresa, estaba lleno. Yo me pedí una copa de vino blanco. Discutimos. Habíamos votado diferente, aunque pensábamos lo mismo.

Carmen, en el hostal El Comendador.

Paisaje en los alrededores de Argallón.

Un gato en la ribera del río Huéznar, cerca de la Estación de Cazalla.

A la mañana siguiente Carmen nos preparó un pedazo de desayuno y nos estuvo diciendo lo mal que lo estaba pasando por la muerte de uno de sus hijos, y también nos reconoció que si el otro se enterara de que nos lo está contando, se enfadaría, pero ella es fuerte y, además, que los sentimientos hay que sacarlos, que al final es lo que somos. Teníamos pensando salir a las diez, pero lo postergamos una hora porque estamos muy a gusto con ella, con una estufa que nos ha puesto, y al marcharnos hay aún más niebla, y atravesamos la Sierra Norte de Sevilla hasta llegar a la estación de Cazalla, donde aparcamos las bicis y damos un paseo por el río Huéznar, y un gato empieza a seguirnos. Perdona por la brasa».

Día dos. Querido Ramón: