Durante generaciones y generaciones los seres humanos hemos mirado a los cielos y dejado en ellos nuestras ilusiones, esperanzas, anhelos, objetivos, incluso buscado nuestros propios orígenes. El encontrarse bajo una bóveda repleta de estrellas en una noche sin luna es realmente uno de los mayores espectáculos de la Naturaleza. Un espectáculo que, poco a poco, vamos perdiendo.

Primero fue la contaminación lumínica. A medida que las ciudades crecían y la tecnología consiguió producir de forma barata electricidad comenzamos a iluminar de forma irresponsable. Es increíble lo poco conscientes que somos del problema de la contaminación lumínica: billones de euros se pierden al año en todo el mundo iluminando el cielo, algo que tiene como nefastas consecuencias el impacto en el medioambiente y en la salud humana, además de que borra de un plumazo hasta el 95% de todas las estrellas que podríamos ver en el cielo. Esta generación, la que crece ahora, es la primera en toda la historia que no ha sido capaz de disfrutar de un cielo estrellado oscuro, donde en muchas grandes ciudades del mundo civilizado los niños creen que el verdadero color de la noche es el naranja (o ya el azul, tras la introducción del terrible alumbrado usando LEDs).

Estos días estamos siendo conscientes de una nueva amenaza para disfrutar el cielo estrellado y ésta es global. Al fin y al cabo, de la contaminación lumínica uno «puede escaparse», aunque sea unos días, refugiándose en lugares oscuros en medio del campo, en las cimas de montañas, en mitad del océano, en islas desiertas o en mitad del desierto. Pero no podemos escapar de esta nueva amenaza si se materializa.

El jueves 23 de mayo de 2019 la compañía espacial privada estadounidense SpaceX, liderada por el famoso empresario Elon Musk, lanzó un grupo de 60 satélites a la órbita baja terrestre. Este grupo de satélites es el primero de un súper complejo de satélites (también referido como «constelación») conocido como Starlink. En los próximos años SpaceX tiene previstos muchos más lanzamientos de estos satélites individuales, quizá incluso superando las 12.000 unidades en una década. El objetivo de Starlink es conseguir dar servicio de internet a todo el mundo con un coste bajo. Pero estos satélites, que cuentan con paneles solares y superficies metálicas, son visibles a simple vista. Desde el lanzamiento de estos 60 satélites de Starlink la semana pasada han sido vistos por cientos de miles de personas. Estos avistamientos han desatado la polémica: los satélites son mucho más brillantes de lo que se esperaba.

¿Cómo de brillantes? Depende del momento concreto, pero en algunas ocasiones pueden igualar el brillo de las estrellas más brillantes. Hay páginas de internet y programas de móvil que permiten saber qué satélites artificiales se pueden ver desde un lugar concreto una noche en particular. Buscar el paso de la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés) es algo bastante común, por ejemplo, y suele gustar a todos. Pero el problema aquí es que serían 12 mil satélites ahí arriba: a pesar de que el espacio alrededor de la Tierra es grande, no lo es tanto, y siempre habrá decenas o centenares de satélites visibles en un momento en concreto de la noche. Tanto que las peores estimaciones indican que habrá más satélites moviéndose por el cielo que estrellas fijas que podamos ver a simple vista en zonas urbanas.

Algunos astrónomos han intentado hacer cálculos para contabilizar el problema. Por ejemplo, el astrofísico holandés Cees Bassa supuso sólo 1.600 satélites (la primera fase de la constelación Starlink), estimando que en lugares con latitudes iguales a la de Londres (52 grados norte) siempre habría 84 satélites visibles en cualquier momento, de los que 15 serían fácilmente visibles, sobre todo en los meses de verano cuando el sol no baja mucho sobre el horizonte. La visibilidad de satélites se agrava más en las horas próximas al ocaso o la salida del Sol. Con 12.000 satélites estima que entre 70 y 100 satélites serán visibles desde cualquier punto del cielo en cada momento.

Los astrónomos aficionados están poniendo el grito en el cielo. Y muchos astrofísicos profesionales también. Algunos han tenido curiosas interacciones con Elon Musk, quien en este caso no parece que esté dando un buen ejemplo porque ha ayudado a propagar mala información. Por ejemplo, en un tuit dijo que «La ISS se ve muy brillante porque encienden las luces», nada más falso porque simplemente refleja la luz del sol.

Además de la pérdida del cielo estrellado para el público el general, el aumento tan grande de satélites artificiales en órbita baja terrestre supone un enorme problema ya no a los astrónomos aficionados (están acostumbrados a tener de vez en cuando «trazas» de satélites artificiales en sus fotos, pero esto se corrige obteniendo muchas fotos y promediando) sino a los astrofísicos profesionales. En los próximos años se van a inaugurar nuevas instalaciones telescópicas, algunas están costando mucho dinero y están pensadas en imágenes en campos muy amplios del cielo. Las imágenes astrofísicas suelen ser «profundas» (muchos minutos, a veces horas, de exposición) pero pocas (2 - 5 imágenes), por lo que el «limpiar» los datos sería mucho más complicado.

Otro problema añadido: las radio-interferencias que los satélites van a provocar en radiotelescopios. Uno de los proyectos internacionales más ambiciosos es precisamente el SKA, Square Kilometer Array, una red con miles de radiotelescopios que se instalarán entre Sudáfrica y Australia. Si constelaciones de satélites como Starlink no son cuidadosas a la hora de limitar las frecuencias en las que emiten y reciben podrían limitar en gran medida la enorme inversión en capital técnico y humano que se está empleando en SKA. Y no, no nos vale irnos al espacio (como de hecho sugirió el mismo Elon Musk): muchas de estas instalaciones (telescopios de clase 30 metros y radio inteferómetros como el SKA) son sólo posibles en la Tierra, al menos con los medios y los presupuestos actuales.

Muchos de nosotros no esperamos suspender estos proyectos espaciales pero sí que se tenga en cuenta este problema para minimizar la reflectivad de los satélites. Ya no es sólo SpaceX: varias compañías internacionales quieren lanzar sus propias constelaciones de satélites, pudiendo llegar a superar los 50.000 en sólo un par de décadas. Los niños de entonces verán el cielo como un resplandor naranja donde se mueven continuamente centenares de puntos brillantes, perdiéndose para siempre la belleza real del cielo nocturno.

(*) El autor, astrofísico cordobés en Australian Astronomical Optics, Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe en el blog El Lobo Rayado.