Se cumplen cuarenta años de uno de los acontecimientos más relevantes de la historia reciente de nuestro país. Ocurrió el 6 de diciembre de 1978, finalizada una campaña que transcurrió sin incidentes destacables en Córdoba, al igual que en todas las ciudades y pueblos de España, con las calles empapeladas de cartelas donde sobresalía el «SÍ»; como ejemplo, el PSOE distribuyó unos 300.000 folletos para solicitar el voto positivo. Los españoles fuimos llamados a las urnas para refrendar la nueva Constitución, ley que marcó la frontera de un nuevo tiempo político, una Carta Magna que se elaboró gracias al consenso de todos los partidos. Durante los dos últimos siglos de diferentes gobiernos en España, nunca una constitución ha sobrevivido a un periodo tan largo en el tiempo. Aunque se esperaba una aplastante victoria del sí, fueron varios los políticos que se desplazaron a nuestra provincia con el propósito de realizar una campaña favorable a la nueva Constitución, así como algunos ministros. Clavero Arévalo, más conocido años después por la defensa que realizó de la autonomía andaluza, en un mitin celebrado en Lucena la calificó como «moderna y progresista». Otro ministro que visitó nuestra provincia fue Sánchez de León, quien reunió a gran número de seguidores en Pozoblanco, y el propio ministro del interior, Martín Villa, vino a Córdoba y declaró que con la constitución se culminaba la etapa de la transición política. La anterior AP trajo a Córdoba a su máximo líder, Manuel Fraga, el cual aprovechó su desplazamiento a tierras cordobesas para exponer los beneficios de la derecha frente a quienes, según él, querían desunir España.

La provincia de Córdoba, en un día que se presentó lluvioso, superó la media de participación nacional con un 75,1 %. Los cordobeses llamados a las urnas fueron 509.267 electores, distribuidos entre 577 secciones, las cuales estaban constituidas por 672 mesas. Para confeccionar las listas del censo se tomó como base el padrón de 1975. Solo en la capital existieron 171 secciones con 246 mesas. Fueron 382.519 ciudadanos los que depositaron su voto en las mesas correspondientes, por lo tanto se abstuvieron 126.748. De los que acudieron a las urnas, el 90,8 % dijo sí a nuestra actual ley de leyes, el resto se repartió entre 25.044 noes, 7.997 en blanco y 2126 nulos. En el Gobierno Civil de Córdoba se instaló el centro de control de datos, colaboraron gran número de funcionarios. En aquel año de 1978, no se disponía de la tecnología digital con la que hoy se trabaja. En Madrid sí se instalaron dos miniordenadores Data 100 como prueba. Días antes de la consulta, se llamó a todos los presidentes de mesa a una reunión para informarles de los pormenores del referéndum, también se realizaron pruebas en el centro de control de datos. A las nueve de la mañana abrieron la totalidad de los colegios de la provincia, como estaba estipulado; algunos se retrasaron unos minutos por ausencia de algún miembro de la mesa, hasta que el reserva aceptó ocupar la vacante, excepto en el C.N. Obispo Osio, del barrio de Las Moreras. Según informó el gobernador civil de Córdoba, Ansuátegui, a las doce de la mañana, los componentes de las mesas encontraron este colegio cerrado a su llegada y hasta que la Policía Local no realizó las gestiones pertinentes no se pudo abrir a los votantes, esto ocurrió sobre las once. La primera localidad en conocer sus datos fue Encinarejos. La pregunta a la que se debía de contestar con un «sí» o un «no» fue: «¿Aprueba el proyecto de Constitución?»

Mi participación en el referéndum fue literalmente activa, pues recibí una comunicación de la Junta Electoral Provincial para que me incorporara a una de las dos mesas que se instalaron en el colegio Alfonso Churruca. Allí estuve y conté los síes y algunos que otros noes como vocal segundo, en un ambiente de fiesta entre los representantes de los diferentes partidos (interventores y apoderados); estos optaban por el voto afirmativo, excepto alguna excepción no significativa. Sin embargo, se ocasionó un intento de impugnación en la mesa al detectarse que un apoderado del PSOE, persona de bastante edad que quiso participar del acontecimiento, se hallaba sentada cerca de la mesa de votación. Solucionó el problema el presidente, tras una breve conversación con el interventor impugnante, de manera que al final el día festivo prosiguió sin más sobresaltos. Aparte del recuento de papeletas, y de escribir en un listado el nombre y DNI de cada votante, tuve que firmar más de cien justificantes para pensionistas, pues temían que si no votaban no cobrarían la pensión del mes de diciembre. En 1978, no existía el desarrollo actual de la informática, y eran pocas las empresas que contaban con ordenadores en sus oficinas. En la actualidad, los datos, gracias a un terminal, son enviados inmediatamente al centro de control y en algo más de una hora se conocen los primeros resultados provisionales. En el referéndum de 1978 y en las elecciones, tanto generales como municipales de 1979, en cada colegio estaba destinado un policía local. Los adelantos de participación y resultados finales se tomaban a mano, con papel y bolígrafo. El representante gubernamental, con una motocicleta, acudía al centro de datos de la Junta Provincial para informar y poder avanzar en el escrutinio provisional de resultados. Los componentes de la mesa, después de firmar el acta, tras el visto bueno de los interventores, quemaban las papeletas en un bidón y se dirigían a presentarse ante el juez; así que era difícil acostarse antes de las cuatro o cinco de la mañana. En mi caso, cuando llegamos nos pusimos en cola; mesas que habían trabajado más rápido o tuvieron menos electores llegaron antes que nosotros. No lo tuve que hacer muy mal, pues al año siguiente me volvieron a enviar la citación para que participara como vocal segundo en la misma mesa con motivo de las elecciones generales y municipales de 1979.

Para redactar la Constitución del consenso, la primera que se aprobó en España sin la influencia de un partido dominante, tras el referéndum de la Ley de Reforma Política, los cordobeses tuvieron que elegir sus representantes al Congreso y al Senado. Las primeras elecciones libres tras la Guerra Civil se celebraron en nuestro país el 15 de junio de 1977. En esta ocasión no estuve en la mesa ni pude ejercer mi derecho al voto, pues aquel histórico día no pude dormir en toda la noche; formé parte de un pelotón de refuerzo en la isla de Tenerife y seguí los acontecimientos políticos de la transición, durante mi servicio militar, por el transistor. Siete diputados y cuatro senadores fueron elegidos por la provincia de Córdoba con el fin primordial de dotar a este país de una carta magna duradera. Tres fueron del PSOE: Guillermo Galeote Jiménez (médico), Rafael Vallejo Rodríguez (médico) y Emilio Fernández Cruz (trabajador metalúrgico de Westinghouse). Tres de UCD: José Javier Rodríguez Alcaide (doctor en Veterinaria), Carmelo Casaño Salido (abogado) y Antonio José Delgado de Jesús (abogado). El séptimo escaño por nuestra provincia recayó en Ignacio Gallego Bezares, que meses antes volvió del exilio tras su participación activa en la Guerra Civil. Los cuatro senadores fueron: Matías Camacho Llóriz (PSOE, vendedor de prensa), Joaquín Martínez Bjorkman (PSOE, abogado), Manuel Gracias Navarro (PSOE, catedrático de instituto) y Cecilio Valverde Mazuelas (UCD, abogado); este último, tras ser reelegido en 1979, presidiría la cámara alta.

«España tiene Constitución» fue el titular del diario CÓRDOBA, con el que se despertó la ciudad el siete de diciembre. Los datos provisionales fueron ofrecidos por el Ministerio del Interior entre las siete u ocho de la mañana; por lo tanto, la prensa escrita no pudo informar hasta el día siguiente. La Junta Electoral Central, presidida por Ángel Escudero del Corral, presidente en aquel momento del Tribunal Supremo, no dio validez a los datos hasta el 21 de diciembre. El día 8 de diciembre el diario CÓRDOBA publicó: «La Constitución, garantía de una larga convivencia pacífica y democrática». Quien pronto sería inquilino de la Moncloa, Felipe González, declaró: «La Constitución no es el punto de llegada sino de partida».