Congreso cervantino
La primera visita de Cervantes a Córdoba
En el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, merece la pena explorar la relación del escritor con Córdoba

La primera visita de Cervantes a Córdoba
Francisco del Valle
E n el Congreso Cervantino de Castro del Río de 1993, al que concurrieron ilustres cervantistas, y en el que participé con la ponencia Influencias paisajísticas y caracteriológicas de Andalucía, de Córdoba en el Quijote, hubo extraordinarias aportaciones que marcaron un hito del cervantismo de los noventa. Tuvo protagonismo la etapa de Miguel de Cervantes como comisario, recolectando grano para la Armada Invencible en varios pueblos andaluces, entre ellos Castro del Río, donde fue encarcelado por un fallo contable, y, según Martín de Ríquer, pudo concebir El Quijote, aunque no disponemos de pruebas fidedignas. Sin embargo, hay una amplia documentación que da fe de su primera visita a Córdoba, cuando solo tenía 6 años, aspecto este que se obvió en el Congreso citado, que apenas sí se menciona y que a mí me empujó a escribir mi novela histórica Cervantes, doncel del Sur en el 2005. Intentaré, con las limitaciones que impone un artículo periodístico, poner en valor este relevante hecho.
La llegada a Córdoba
El 30 de octubre del 1553 llega a Córdoba la familia Cervantes, don Rodrigo, su esposa Leonor, sus 4 hijos, Miguel es el tercero y la abuela, doña Leonor de Torreblanca (Archivo de Protocolos de Córdoba OF 12, Fol.558). Vienen de la prisión de la capital del Reino, Valladolid. Omito causas de entrada y salida de la misma. Tras ocho jornadas agotadoras por el Camino Real de La Plata, llegan los Cervantes a Córdoba. Entran por la Puerta Nueva, mas doña Leonor evita ir a la casa de don Juan de Cervantes, su marido, del que hacía años vivía separada. Y eso que el abogado del Santo Oficio, y antiguo alcalde de Baena, residía en una gran mansión de la reputada calle Letrados, cercana de las Casas Consistoriales, con varios sirvientes y hasta con un esclavo, el negro Bernardo. Deciden ir a casa del zurujano y guadamecilero don Ruy Díaz de Torreblanca, hermano de doña Leonor y tío de don Rodrigo que residía en la Collación de san Nicolás de la Axarquía, en la calle Grajeda, próxima a Lineros, a Sol y a la posada del Potro. Como estaban sin blanca y con vestidos harapientos, don Rodrigo se vio obligado a pedir un crédito, una mohatra, de 4.600 maravedís a un escribano para comprar 12 varas de Roán y 18 de Holanda y así poder hacerse algunas sayas. En Córdoba vivieron unos años confortables. Don Rodrigo ejerció con éxito de zurujano, entre barbero y practicante, sacando sangres, aplicando sanguijuelas y curando las cuatro enfermedades para las que tenía autorización.
Academia Vieras
Los Cervantes siempre dieron mucha importancia a la cultura, hasta el punto de que todos sabían leer y escribir, a diferencia de los Torreblanca, que contaban con varios analfabetos, casi todas las mujeres, empezando por doña Leonor. En efecto, lo primero que hace don Rodrigo fue buscar una escuela de grado elemental para Miguel, la prestigiosa Academia de Alonso Vieras, maestro de capilla que venía de Guadix y con el que tenía un cierto parentesco, sita en la Collación de san Juan, en Castellanos, junto al convento de Jesús Crucificado. Allí se enseñaba a leer y a escribir a los mozos; se les instruía mediante el famoso Chistyus, la Cartilla. En la academia Vieras, Miguel de Cervantes convivió con alumnos de su edad y futuros escritores: Castilla y Aguayo, Gómez Luque, Tomás Gutiérrez, Juan Rufo, Alonso de Cervantes Sotomayor, Gonzalo Cervantes de Saavedra. De ello hay innumerables repercusiones en la obra cervantina, que, por razones de espacio, me limito a sugerir. Miguel de Cervantes elogió en un soneto de La Galatea al autor de La Austriada, Juan Rufo, nacido como él, en 1547. El Quijote libera esta obra del donoso escrutinio. Otro tanto hace con Juan de Aguayo, autor del Perfecto Corregidor, en cuya obra se inspira don Quijote para dar consejos al Gobernador de la Isla Barataria, Sancho. «También el autor de este libro es grande amigo mío», dice el cura para salvarlo de la quema en el donoso escrutinio refiriéndose al Cancionero de Gómez Luque…
El colegio Santa Catalina
Superada esta etapa de estudios elementales, Miguel y los compañeros entran en el Colegio Santa Catalina de los jesuitas, cuya construcción corrió a cargo de don Juan Fernández de Córdoba, el famoso, pervertido y generoso deán, para estudiar el Antonio (gramática), Retórica, Humanidades, Latín, Griego… Las Memorias de la Compañía del colegio de Córdoba especifica incluso los horarios, los autores y las materias. Solo citaré que al curso preparatorio, Infima Latinitatis, 1555/1556, asisten Miguel y sus compañeros, Alonso, Gonzalo, Aguayo y el futuro Caballero Veinticuatro Juan Rufo, quien elogiará el colegio jesuita en el ya citado Perfecto Regidor. También lo hará el mismo Miguel de Cervantes cuando habla en el Coloquio de los Perros de «aquellos niños» de Córdoba.
Cabe destacar la figura del jesuita P. Acevedo, director y profesor de Retórica del colegio, un gran dramaturgo, amigo de Lope de Rueda, quien ejercerá una gran influencia en Cervantes. Reconoce el P. Acevedo en el Prólogo de Metanoea que en sus tiempos mozos se entregó a la farándula y a la carátula, teatro. «Desde mochacho, confiesa don Quijote, fui aficionado a la carátula y se me iban los ojos tras la farándula» (II Parte. Cap. XI).
El padre Acevedo divulgó las representaciones alegóricas de los vicios y virtudes, el Amor, la Avaricia, el Dolor.. las figuras morales que impresionaron tanto a Cervantes hasta el punto de considerarse en el Prólogo de «Ocho Comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados», el creador de las mismas, cuando dice: «fui el primero en representar las imaginaciones y pensamientos del alma»….
El viaje, la desdicha
Todo cambia de repente. Murió el Rey Carlos, subió al trono el Príncipe Felipe. Y murió El Abogado del Santo Oficio. El bienestar de los Cervantes comenzó de nuevo a estar en peligro. Hasta doña Leonor de Torreblanca hubo de vender a su «esclavo Luis de color loro» para poder subsistir. «Al desdichado las desdichas le buscan y le hallan, aunque se esconda en los últimos rincones de la Tierra», escribió Miguel de Cervantes en el Coloquio de los Perros.
Es harto probable que la familia de don Rodrigo pasara un tiempo en Cabra, en casa de su hermano el alcalde don Andrés. Pero, no hay pruebas, se pierde el rastro. Rodríguez Marín demostró que «Cervantes estudió en Sevilla», a partir del 1563, algo que nadie pone en duda.
Pero, parece como si este hallazgo hubiera eclipsado el resto de las investigaciones, incluida su estancia en Córdoba.
Que la familia paterna de Miguel de Cervantes sea cordobesa y que el autor más grande de la Lengua Castellana haya realizado sus primeros estudios en Córdoba, deben enorgullecer a todos los cordobeses.
Y no está de más reivindicarlo en el IV Centenario de la publicación de la del Quijote, II Parte y de la muerte de Miguel de Cervantes, 1616.
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