Formando parte de la Plaza de San Nicolás está la calle de San Felipe y en ella lo que el gracejo del pueblo cordobés llamaba la calle del Mayor Dolor , porque allí se ubicaban muchos y grandes profesionales médicos, desde el internista Juan Muñoz Córdoba y el otorrino Romaguera hasta la saga de los Navarro pasando por el ginecólogo Pérez Mata y el oculista Villegas y que continuaba en la Plaza de Ramón y Cajal con la saga de los Manzanares y el dentista Le Bret y en Valladares con el nutricionista Julián de Cabo, el cirujano Enrique Luque y el traumatólogo Juan M. Anguita. Una calle con los especialistas necesarios para acabar con el dolor y junto a ella...

Una plazacon historia

Por Ramírez de Arellano, en sus Paseos por Córdoba , sabemos que esta plaza se llamaba Omnia Sanctorum , De todos los santos , por la parroquia que allí había con ese nombre, fundada sobre una mezquita. Nombre que, a su vez, cedió a la parroquia de la Trinidad al ser absorbida por ésta por su proximidad. Su cementerio sirvió para aumentar la plaza, que tiene un bonito jardín que desciende a la vía pública desde la fachada de poniente siguiendo la forma angular de ésta y en el que destaca su arboleda. A nivel de calle, un semicírculo hecho con una bancada de azulejos guarda una estatua de Eduardo Lucena para conmemorar, como dice Francisco Solano Márquez en sus Rincones de Córdoba con encanto , "el lugar donde, según mantiene la tradición, compuso su célebre Pavana sentado sobre un montón de paja". La estatua, costeada por suscripción popular fue realizada por Enrique Moreno, el Fenómeno , represaliado en la guerra incivil , por lo que no fue erigida hasta 1981, con la democracia. Eduardo Lucena nos dejó incontables muestras de su arte y de su cordobesismo en sus pasacalles, en su Pavana y en toda su música, que mantiene viva su Centro Filármonico. En otro rincón de la plaza asoma la calle de Pérez de Castro, con el emblemático edificio de la Cámara de Comercio, de mediados del siglo pasado, obra exquisita de Rafael de la Hoz Arderius. A su lado sur asoma la calle del Tesoro, llamada así por la creencia popular de que en una de sus casas había un fabuloso tesoro nunca confirmado. En otro tiempo se llamó Calle de las campanas porque allí estaba el campanario de la desaparecida parroquia citada.

Junto a ella está la calle de Valladares, llamada así en recuerdo de un miembro de esta familia, emparentada con los Hoces. Según Ramírez de Arellano, los Valladares descienden del rey Don Fruela.

Entre Valladares y Tesoro la fachada del palacio de los Hoces y de los Duques de Hornachuelos, hoy Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria, en la que se abren unas ventanas enrejadas por las que se puede admirar su jardín.