Manuel Gavilán Galván recibió ayer de manos del presidente del Aula del Vino, Manuel López Alejandre, el título de tabernero de honor de Córdoba, una distinción que han recibido muy pocas personas y de la que él se ha hecho merecedor por cualidades que no son precisamente las que definen al típico tabernero cordobés. Según López Alejandre, «Manuel Galván destaca por ser un gran profesional, además de un hombre cortés, simpático, agradable y amable, una rareza en las tabernas de la ciudad».

Empezó a trabajar siendo un niño de la mano de los hermanos Peña, que en su tiempo regentaron establecimientos como la taberna Benítez o el Castillo de la Albaida y de él aprendió una forma de tratar a los clientes que, según López Alejandre, debería ser ejemplo para muchos otros, «ya que la simpatía no está reñida con el buen hacer». Luego abriría El Patio y El Patio 2 en solitario. A día de hoy, aunque tiene edad de estar jubilado y de hecho llegó a jubilarse, el amor por el oficio le hizo volver al mundillo en el que se crio de la mano de un amigo en la taberna El Olmo, donde trabaja su hija como repostera y él hace gala de su talante como relaciones públicas. Hombre obsequioso, atento y afable, agradeció el homenaje con el que el Aula del Vino lanzó un guiño al gremio, al que animó a sonreír de vez en cuando y dejar atrás el cliché del tabernero esaborío. Igual alguno se anima.