Una cámara unipersonal que los Mossos llevan en el uniforme y que se activó accidentalmente registró las primeras palabras de la víctima en la discoteca tras la presunta agresión sexual. Nerviosa y sin parar de llorar decía sentirse avergonzada y culpable por haber ido con sus dos amigas hasta el reservado al que las había invitado Dani Alves. Su relato es el mismo que mantuvo en comisaría y ante la jueza. Según contó, aquella noche el futbolista la estuvo tocando pese a que ella se resistía y le indicó que le siguiera tras una puerta. Cuando se dio cuenta que estaban en un baño, ella intentó salir pero él se lo impidió y la violó. En la inspección de ese baño, los agentes obtuvieron restos de semen y huellas dactilares cuya posición coincide con la versión de la víctima pero no con la de Dani Alves. Y en el análisis médico que le realizaron a la joven también encontraron restos de ADN que ahora deben contrastar con los del brasileño y lesiones, como rasguños en la rodilla, compatibles con un forcejeo. Pruebas que contribuyeron a que Alves esté en prisión provisional donde según ha mostrado uno de los presos no tiene inconveniente en firmar camisetas.