El primer terremoto, al anochecer, alcanzaba los 3,8 puntos de magnitud. Sintiéndose en varias zonas, avivando el temor entre los vecinos. Durante la madrugada sufrían hasta tres temblores más, además de la apertura de una novena boca. Lo que aumentaba el nerviosismo y la angustia entre los vecinos. El peligro se acercaba de nuevo a las viviendas sin remedio. Según avanzaba la lava se iba evacuando a decenas de personas hasta lugares más seguros. Muchas de ellas, impotentes, atisban un futuro desolador en el que lo han perdido todo. Pocos salvarán lo suyo porque la lava, vista desde el dron, se abre paso sin que nada ni nadie pueda impedírselo.