Vivir bajo tierra es seguir con vida en Járkov. Y eso hacen en el metro donde no hay un hueco libre. Mantas a modo de cama junto a los tornos, en los andenes, en los vagones... Antes era una forma de desplazarse. Hoy es su salvación. Ella nos enseña dónde vive con su familia. Ocupan este trocito de vagón. "Estoy muy asustada", nos confiesa. Acorralados y escondidos pero vivos. Así transcurren los días para ancianos, niños, mujeres y mascotas a las que dan las migajas para sobrevivir. Su unión con el exterior está aquí. Móviles cargados es igual a información. Saben que Járkov está reducida a escombros. Irreconocible y siguen cayendo bombas. Hace 15 días era un referente por su industria y cultura. Pero ni el Museo del Arte han respetado. Volvemos al metro, el lugar seguro donde se refugió Valentina. También Nastia vive bajo las bombas y ha empezado a tener fiebre.