Habían transcurrido unos 10 minutos del primero de sus dos conciertos de estos días en el WiZink madrileño cuando Paul McCartney, en una primera parada para tomar aire, dijo solemne: "Lo vais a pasar realmente bien esta noche". Llegaba tarde. El público llevaba ya bastante rato pasándolo pipa. Incluso en las colas infinitas para acceder a un recinto con sus 16.000 entradas vendidas, y a pesar de los 5 grados de temperatura de la noche mesetaria, se había visto a varios grupos, de mayores y de jóvenes, cantando algunas de las canciones más conocidas de los Beatles. Todo eran sonrisas y compadreo a pesar de la espera incómoda, una alegría que explotaría una vez dentro del recinto y que se mantendría intacta toda la noche.