Las bombonas de butano que todos conocemos, esas naranjas de toda la vida, tienen los días contados. Su diseño va a cambiar para siempre y no, no es una simple cuestión estética. La industria ha decidido apostar por una transformación total del envase que millones de personas aún utilizan en sus casas. Más ligeras, más fáciles de transportar y más sostenibles: así serán las nuevas botellas de gas.

Aunque a simple vista pueda parecer un cambio menor, no lo es. El clásico cilindro naranja lleva décadas siendo parte del paisaje cotidiano en muchos hogares españoles, especialmente en zonas donde no llega el gas natural. Pero todo cambia. Y esta vez, el cambio viene impulsado por la necesidad de reducir el impacto ambiental y adaptarse a los nuevos hábitos de consumo energético.

Los fabricantes ya han confirmado que se encuentran trabajando en modelos completamente nuevos, diseñados con materiales que pesan mucho menos y que además permiten ver cuánto gas queda dentro. Nada de agitar la bombona para adivinar si está medio llena o medio vacía. En otros países europeos este tipo de envases ya se usa desde hace años, y parece que por fin ha llegado su turno en España.

La idea es sustituir el metal pesado por compuestos como la fibra de vidrio o plásticos reforzados. No solo hacen que la botella pese bastante menos (algo que los repartidores y los usuarios agradecerán), sino que también mejoran la seguridad y la eficiencia del transporte. Y por si fuera poco, se está estudiando incorporar tecnología digital que permitiría saber, desde el móvil, cuánta carga queda y hasta programar cuándo pedir una nueva.

La transición no solo responde a una cuestión de diseño. Las empresas que suministran gas licuado están en plena transformación hacia modelos energéticos más sostenibles. Donde es posible, ya se están instalando alternativas como el gas natural o incluso soluciones totalmente eléctricas. Pero en muchos hogares, especialmente rurales o en edificios antiguos, la bombona sigue siendo imprescindible.

Por eso, en lugar de eliminarla por completo, la estrategia pasa por modernizarla. El futuro del butano no pasa tanto por desaparecer de un día para otro, sino por adaptarse a un entorno donde la eficiencia, la sostenibilidad y la comodidad ya no son opcionales.