Sobre Neil Armstrong circula una leyenda urbana fantástica: el 21 de julio de 1969, mientras sube a la nave Apolo XI para regresar a la Tierra, murmura las siguientes palabras: «Esto es para ti, Jablonski». El mensaje es grabado y archivado por la NASA. Años más tarde, tras intentar sin éxito encontrarle sentido, un desconcertado historiador espacial contacta con el hombre que primero pisó la Luna. «Es muy simple», contesta éste. «Cuando yo era niño, en Ohio, el señor Jablonski vivía en la casa de al lado, y una noche escuché a su esposa gritar: ‘Así que quieres sexo oral, ¿eh? Pues lo tendrás el día en que el hijo del vecino llegue a la Luna’. Solo quería darle las buenas noticias». La anécdota, decimos, es completamente falsa, y es una pena porque, sostienen algunos, también es la historia más interesante jamás contada sobre el astronauta.

La visita de Armstrong a la Luna duró poco más de 22 horas, y su paseo por su superficie apenas dos y media, y no le hizo falta más para eclipsar a Colón, Amundsen, Lindbergh y el resto del panteón de exploradores que con sus gestas cambiaron la historia.

MONUMENTO ANDANTE

Casi inmediatamente, su reacción fue huir de la fama, el aplauso y la atención pública. Dejó la NASA para dar clases en la universidad, haciendo apariciones públicas solo ocasionales y evitando cualquier forma de homenaje. «No quiero ser un monumento andante», dijo una vez.

Por ese motivo, es posible que se sintiera frustrado ante la mera existencia de 'First man: el primer hombre', el 'biopic' que el próximo día 11 llega a los cines tras su paso por festivales como Venecia, Toronto y San Sebastián. La película, que supone el reencuentro entre el director Damien Chazelle y el actor Ryan Gosling después de 'La La Land' (2015), ofrece una historia comprimida de la carrera espacial durante la década de los 60, y detalla la oposición con que la NASA se topó por parte tanto del gobierno como de la opinión pública -especialmente después de que las pruebas iniciales ocasionaron las muertes de numerosos astronautas- hasta lograr finalmente dar ese pequeño paso para el hombre que a la vez era tan grande para la humanidad.

Pero el foco, en todo caso, permanece sobre el ser humano que se encargó de darlo: 'First man' rememora la incomodidad de Armstrong ante el escrutinio público, su inquebrantable compromiso con la misión Lunar, su dominio de la ingeniería y, por encima de todo eso, el profundo efecto que le había causado la muerte en 1962 de su de su hija Karen, con solo 2 años, víctima de un cáncer cerebral. De hecho, más que de viajes espaciales, es una película sobre la muerte y el dolor de la pérdida.

En su célebre libro de no ficción 'Elegidos para la gloria', Tom Wolfe describía a Armstrong de esta manera: «Le hacías una pregunta y él simplemente te miraba fijamente con esos ojos azul claro, y entonces le hacías la pregunta de nuevo, imaginando que no te había entendido. Y, de repente, de su boca salía una serie de frases largas, pausadas y pensadas con precisión. Era como si sus vacilaciones fueran como los intervalos de un ordenador mientras recopila datos».

ANSIA DE VOLAR

Fascinado desde la niñez por la aviación y la ciencia que la hacía posible, obtuvo su primera licencia para volar incluso antes de haber aprendido a conducir. A los 21 años participó en misiones aéreas de combate en Corea, y al final de la guerra se convirtió en piloto de pruebas del tipo de aviones que poco después marcarían el paso de la era de los reactores a la era espacial. Veía la conquista del espacio como un desafío inevitable. «Tenemos que ir a la Luna porque hacerlo forma parte de nuestra naturaleza», afirmó poco antes de emprender su viaje hacia la inmortalidad. «El ser humano hace esas cosas igual que el salmón nada contra la corriente», precisó.

Teniendo eso en cuenta, no está de más recordar que no estaba previsto que el encargado de plantar la primera huella humana en el Mar de la Tranquilidad fuera Armstrong. El honor tenía que haberle correspondido a su compañero de tripulación Buzz Aldrin puesto que, según la tradición naval, el comandante debía ser el último en abandonar la nave. En su día la NASA justificó la alteración del protocolo explicando que físicamente era más fácil para Armstrong salir el primero del módulo Lunar. Con el tiempo se supo que, conscientes de la avalancha de publicidad que le caería encima al elegido, habían decidido que era mejor que la distinción recayera sobre alguien de sangre fría, y no en el volátil y excesivamente emocional Aldrin.

DEPRESIÓN Y ALCOHOLISMO

De regreso a la Tierra, Aldrin cayó víctima de la depresión y el alcoholismo. Armstrong, decíamos, tuvo que luchar por llevar una vida lo más anónima posible -en una ocasión llegó a amenazar con una demanda judicial a su barbero de toda la vida, que había vendido un puñado de su cabello a un coleccionista-. Cuando en 1994 se divorció de su esposa Janet, quien más quien menos descubrió por primera vez que la pareja ya llevaba rota muchos años. Permaneció con su segunda esposa, Carol Knight, hasta su muerte en el 2012.

Igual que Armstrong, también la Luna misma dejó de acaparar titulares rápidamente. El último aterrizaje tripulado sobre su superficie tuvo lugar en 1972, y a partir de entonces la exploración espacial empezó a centrarse en vuelos tripulados de órbita baja y sondas no tripuladas a otros planetas. Mientras Estados Unidos se iba sumiendo en crisis como Vietnam y el Watergate, quedó en evidencia que lo único importante de viajar a la Luna era hacerlo antes que los soviéticos. Una vez clavada la bandera estadounidense en el satélite, perseverar no tenía sentido.

BARRAS Y ESTRELLA

Precisamente, 'First man' ha sido criticada entre algunos sectores de la América más patriotera -el presidente Donald Trump entre ellos- por no mostrar el momento justo en el que Armstrong y Aldrin plantaron el pedazo de tela sobre la superficie lunar. Son protestas infundadas puesto que su metraje incluye más imágenes de banderas de barras y estrellas que ninguna otra película de los últimos años. Pero sí es cierto, por otra parte, que Chazelle parece haberse esforzado por retratar la exploración espacial sin el tipo de romanticismo que tan a menudo impregna el cine de astronautas. La película nos recuerda que aquellas misiones fueron increíblemente arriesgadas y aterradoras, y que sus protagonistas viajaban dentro de pequeñas máquinas de metal que se mantenían unidas por remaches y que ni siquiera tenían tanta potencia como la del más básico smartphone. Asimismo, presta una insólita atención a la presión que esas hazañas ejercieron sobre las familias de los involucrados.

Por último, también nos recuerda que los viajes espaciales están llenos de paradojas: enormes distancias han sido recorridas para dejar una pequeña huella; miles de millones de dólares se han echado a perder y vidas humanas se esfuman a causa de un simple cable defectuoso. Y, al menos por lo que respecta a lo sucedido en 1969, toda la historia de la humanidad quedó a expensas de decisiones tomadas en una fracción de segundo por un solo hombre, distinto a los demás.