Sharbat Gula, la niña afgana que en 1985 protagonizó una icónica portada de National Geographic, es ahora una mujer enferma y frágil, minada por las vicisitudes que ha tenido que vivir, que intenta iniciar una nueva vida en Kabul (Afganistán) con su hijo y sus tres hijas. La cadena británica BBC ha logrado entrevistarla. Ella solo reivindica su derecho a tener una vida tranquila.

La última vez que esta mujer de intensos ojos verdes fue noticia fue el pasado noviembre, cuando Pakistán ordenó su deportación a Afganistán tras detenerla un mes antes por posesión de documentos de identidad falsos. Ella argumentó que necesitaba una tarjeta de identidad para educar a sus hijos y vender su casa. La justicia paquistaní la condenó a 15 días de prisión antes de liberarla y enviarla de regreso a su país. «Ha sido el peor incidente de mi vida, el más duro», asegura Gula, que estaba satisfecha con la vida que llevaba en Pakistán. «Estábamos bien, teníamos buenos vecinos. No imaginé que el Gobierno paquistaní me fuera a tratar así», explica.

AGRADECIDA / De regreso a Kabul, en diciembre, las autoridades afganas se volcaron en ayudar a Gula, que tiene 44 años y está enferma de hepatitis C, para que pudiera iniciar una nueva vida en un país del que salió cuando era niña.

Los últimos 35 años los ha pasado como refugiada en Peshawar (Pakistán). Allí, con 13 años se casó con su marido. Este y su hija mayor murieron en esa ciudad, víctimas de la hepatitis. Rezar ante sus tumbas sería lo único que la motivaría ahora a regresar.

Gula agradece la acogida de Afganistán. «Me han tratado con respeto y cariño. Les estoy agradecida», afirma respecto al expresidente Hamid Karzai y a su sucesor, Ashraf Ghani. Ahora espera que cumplan su promesa de ayudarla económicamente y darle una casa. Por el momento vive en un alojamiento temporal.

Su nueva vivienda estará lejos de su Kot natal. Esa zona está en manos de yihadistas vinculados al Estado Islámico. «No puedo ir a visitar mi pueblo por la inseguridad que hay», lamenta. Su prioridad es quedarse en Afganistán, tratar su enfermedad y dar una educación a sus hijos. Hecho esto, sus planes pasan por la solidaridad: «Quiero crear un hospital o un centro de acogida para ayudar a enfermos, huérfanos y viudas», explica a la BBC. «Me gustaría que hubiera paz, así la gente no se quedaría sin hogar», apunta esta mujer que conserva una mirada penetrante.

El fotógrafo Steve McCurry inmortalizó a Gula en 1984, cuando ella tenía 10 años, en un campo de refugiados en Peshawar. En el 2001, McCurry buscó y encontró de nuevo a Gula que, hasta ese momento, desconocía el impacto de su fotografía. «Cuando mi hermano me mostró la foto, me reconocí y le dije que sí, que esa era mi foto», recuerda. «Fue una sorpresa porque no me gustaban los medios de comunicación y no me gustaban las fotos de mi niñez. Al principio estaba preocupada por la publicidad pero cuando supe que yo había sido la causa para que muchas personas y refugiados recibieran ayuda, me alegré», añade.