Eduardo Garzón, economista: "Limitar el precio de los alquileres es positivo para la economía"
El de la vivienda es uno de los mayores problemas que enfrenta nuestra sociedad

Eduardo Garzón, economista Limitar el precio de los alquileres es positivo para la economía
Sin duda el de la vivienda es el gran problema de, al menos, la década en nuestro país. La escalada de los precios del alquiler, alimentada por la especulación inmobiliaria y la precariedad de los jóvenes que buscan emanciparse por primera vez, está frenando que los buenos resultados macroeconómicos lleguen de verdad a las economías domésticas.
El esfuerzo mensual que exige pagar un piso de alquiler en muchas ciudades españolas se ha convertido en una losa que impide ahorrar, formar una familia o simplemente vivir con algo de desahogo.
En medio de ese debate entre el amplio abanico de propuestas que buscan una salida a la crisis habitacional, destaca la voz del economista Eduardo Garzón, que defiende una de las medidas más controvertidas: limitar el precio al que se pueden poner los alquileres. Una medida que según explica “no solo es muy positiva en términos sociales, sino también en términos económicos”.
Garzón desmonta el argumento clásico de los economistas ortodoxos, que suelen advertir que limitar los precios “acaba teniendo efectos indeseables no solo para quienes se pretende beneficiar, sino también para toda la economía”.
Frente a esa idea sostiene que “cuando uno realiza un análisis serio y riguroso, alejado de determinados intereses económicos y de ciertas posiciones ideológicas”, se descubre justo lo contrario: que los topes al alquiler mejoran el bienestar social y además pueden dinamizar la economía.
El falso mito de que los caseros dejarán de alquilar
Uno de los argumentos más repetidos por los detractores es que, si no pueden subir los precios libremente, los propietarios retirarán sus viviendas del mercado. Garzón lo rebate con contundencia: “Eso es equivalente a decir que nadie trabajaría si tuviese que pagar impuestos, o que los vendedores dejarían de vender si pagasen un impuesto sobre beneficios. Y ya sabemos que eso no pasa”.
El economista recuerda que no existe evidencia empírica robusta que demuestre que los límites al alquiler reduzcan la oferta. Cita entre otros estudios realizados en ciudades como Lyon, San Francisco o Nueva York, donde “no se constató una disminución en el número de viviendas disponibles ni una caída en la rentabilidad media del sector”.
Incluso va más allá: al limitar los precios explica que “la única forma que les queda a los propietarios para obtener más beneficios es poner más viviendas en alquiler”, algo que (según datos de Nueva Jersey) terminaba ocurriendo tras aplicarse la regulación.
¿Empeoran las viviendas con el control de precios?
Otro de los argumentos habituales es que, al ganar menos, los caseros dejarían de invertir en el mantenimiento de sus inmuebles. Garzón lo considera un mito más: “El estado de muchas viviendas en alquiler ya es bastante malo sin que existan limitaciones de precios”, recordando ejemplos tan extremos como los “zulos que se ofrecen en España aprovechando la desesperación de quienes buscan piso”.
Para el economista la clave está en la regulación legal no en los precios. En países como los Países Bajos, explica, el alquiler solo puede subirse si mejora la calidad de la vivienda, lo que ha derivado en un parque de alquiler de mucha mayor calidad.
Las distorsiones del mercado, en entredicho
El tercer gran argumento en contra del control de precios tiene que ver con la supuesta “ineficiencia” que generaría en el mercado. Garzón cita al economista George Mason: “Cuando un propietario tiene un ingreso porque posee una vivienda en un área donde la demanda está creciendo, esas son rentas puras. No vienen de aportar recursos reales a la economía”.
Desde esa perspectiva eliminar esas rentas excesivas no genera ningún coste económico. Más bien lo contrario: permite que las familias destinen más dinero a consumo e inversión, impulsando el crecimiento real: “No hace falta ser economista para darse cuenta de que toda esta extracción de renta no puede ser buena para la economía”.
Mejor control que ayudas
Incluso muchos economistas ortodoxos, señala, reconocen que las familias necesitan apoyo público para acceder al alquiler. Pero la fórmula que proponen (subvenciones directas) no funciona: “Lo que suele pasar es que parte de esa ayuda, sino toda, acaba en los bolsillos de los caseros”. El resultado es un aumento artificial de los precios: “Por eso es mejor controlar los precios que dar ayudas a las familias”.
Una economía más justa
Para Garzón el negocio del alquiler “es indignamente rentista”. Extrae dinero de quienes menos tienen para dárselo a los que más “sin que éstos aporten nada a la economía ni a la sociedad”. Por eso considera que limitar los precios de los alquileres no solo es una medida socialmente necesaria, sino económicamente positiva.
Eso sí, matiza que los topes no bastan por sí solos: “Para que sea una política verdaderamente efectiva y justa”.
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