Semillas de lino para los dolores: el truco cordobés que alivia instantáneamente desde hace cientos de años
Documentos con casi un siglo de antigüedad atestiguan el uso de la harina de linaza con fines curativos en los botiquines domésticos de la ciudad de Córdoba

Semillas de lino - Imagen de archivo
La sabiduría popular ha sido, durante siglos, el mejor botiquín del hogar. Mucho antes de que los laboratorios y las farmacias modernas coparan las estanterías con remedios sofisticados, eran las abuelas, curanderos y vecinos quienes transmitían generación tras generación, conocimientos medicinales que nacían de la observación, la experiencia y una relación directa con la naturaleza. Hoy en plena era digital ese saber ancestral no solo sobrevive, sino que vuelve con fuerza aunque son las boticas contemporáneas y tiendas naturistas recogen ese testigo, adaptándolo a los nuevos tiempos.
En Córdoba uno de los legados más entrañables de esa medicina doméstica se recoge en la monumental obra “Notas cordobesas. Recuerdos del pasado” escrita por Ricardo de Montis (cronista su ciudad natal) que se publicaba entre 1911 y 1930 en once volúmenes, y retrata con todo detalle la vida cotidiana de la Córdoba de finales del XIX y principios del XX.
En esta obra recuperada por la red municipal de bibliotecas de la delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba, el propio autor confesaba que su intención no era escribir una obra de estudio o consulta, sino “un conjunto de descripciones” donde el lector pudiera encontrar “el dulce encanto del recuerdo”. Y entre esos recuerdos aparece en la sección de 'Medicinas y botiquines caseros' el uso de la harina de linaza: un remedio clásico de los hogares cordobeses, que formaba parte de los botiquines caseros con una presencia casi sagrada.
“La harina de linaza se usaba para cataplasmas, sinapismos y para aliviar dolencias cutáneas”, cuenta Montis, que describía detalladamente cómo en cada casa se guardaban envoltorios con diversos ingredientes naturales, desde tila hasta raíz de malvavisco, pasando por el imprescindible frasco de árnica.
Así se utiliza la harina de linaza en la actualidad
Recogiendo el testigo, en el caso del portal Boticaria Online, que profundiza en los beneficios de la harina de linaza y confirma que, en efecto, su uso externo tiene efectos muy positivos sobre la piel.
La harina de linaza, obtenida al moler las semillas de lino, se destaca por su alto contenido en ácidos grasos, fibra y componentes con propiedades antiinflamatorias. A diferencia de las semillas enteras (que en muchos casos el cuerpo no digiere completamente) la harina permite que los nutrientes se absorban mejor.
Según Boticaria Online sus aplicaciones más comunes en uso externo incluyen:
- Forúnculos y abscesos: aplicando una papilla caliente de harina de linaza y agua, se consigue reducir la inflamación y favorecer la eliminación del pus. La cataplasma debe colocarse sobre una gasa y aplicarse lo más caliente que se tolere.
- Eccemas: gracias a los ácidos grasos del lino, estas cataplasmas ayudan a calmar irritaciones leves de la piel. En casos menos agudos puede utilizarse la harina caliente directamente sin añadir agua.
- Quemaduras: en estos casos, se recomienda aceite de linaza diluido en agua, aplicado directamente sobre la piel afectada. Se cubre después con una venda limpia y ayuda a prevenir infecciones y favorece la cicatrización.
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