Si existe una tarea antigua dentro del hogar esa es la de barrer: con los nuevos aislamientos y diseños de las viviendas, impedimos de forma más eficiente el paso del polvo y la suciedad de la calle. Además, con la llegada del asfalto y las aceras y empedrados se ha disminuido mucho la cantidad de partículas que entran de fuera.
Hasta hace unas décadas, el paisaje urbano que podíamos encontrar cuando atravesábamos el umbral era bien distinto al que tenemos ahora: calles de tierra, animales para arriba y abajo, suciedad, etc. Ahora, gracias al sistema de limpieza con el que cuentan todos los ayuntamientos, todos los días se limpian las calles y se recogen las basuras, lo que aumenta exponencialmente la salubridad dentro de casa.
En cualquier caso, barrer dentro de casa es una tarea que hay que realizar sí o sí: en primer lugar, ayuda a eliminar el polvo, la suciedad, el pelo de mascotas, migajas y otros residuos que se acumulan en el suelo con el tiempo contribuyendo a mantener un ambiente limpio y ordenado.
Con este simple gesto, se evita la acumulación de partículas de suciedad que pueden ser un caldo de cultivo para gérmenes y bacterias. Por otra parte, también sirve para tener el piso limpio y libre de obstáculos que podrían representar un peligro para la seguridad de las personas que habitan en la casa, evitando resbalones y caídas.
Desde el punto de vista del mantenimiento de la casa, también ayuda a proteger la superficie de los suelos y evita que partículas abrasivas como la arena y la suciedad puedan rayar y dañar los suelos con el tiempo.
El invento que llega para jubilar a la escoba
Desde que se inventó la escoba para barrer (el primer registro lo encontramos en el libro X de las Epistolae de Séneca y data del siglo I) la tecnología que posibilita este instrumento de limpieza no ha evolucionado mucho: un palo atado a un conjunto de cedras que, al principio de los tiempos se fabricaban uniendo ramas de árboles y que, en los últimos siglos se han creado a partir de fibras sintéticas que mejoran la forma de atrapar el polvo y distintas suciedades.
Quizá la mayor evolución que ha sufrido la escoba haya sido la aspiradora: ese artículo que, manteniendo la estructura del mango y el cabezal, permite absorber la suciedad para almacenarla en un depósito que después se vacía cómodamente. Esta evolución facilitó mucho la tarea de quitar el polvo y otras partículas además de hacerla más eficiente, pero la auténtica revolución no ha irrumpido en los hogares hasta hace bien poco: el robot aspirador.
Aunque la primera tentativa de crear un robot aspirador comenzó en 1990 con la fundación de la compañía IRobot, no fue hasta el año 2002 cuando se lanzó Roomba: el primer modelo que conseguía evitar obstáculos y caídas y que, por tanto, promovió una auténtica apuesta entre el resto de empresas para desarrollar y mejorar este producto.
Desde entonces hasta ahora, se ha ido perfeccionando y extendiendo su uso, hasta el punto que ya podemos encontrar modelos económicos y eficientes que permiten que cualquier persona tenga un robot aspirador en casa que destierre para siempre a la escoba de toda la vida.