Las economías domésticas no para den sufrir un envite detrás de otro: al principo, fue la crisis de los combustibles. El precio de la gasolina y el diesel se dispararon, poniendo en serios aprietos a las familias que necesitaban repostar el depósito de su vehículo para ir todos los días a trabajar, llevar a los niños a la escuela o incluso para sostener su propio negocio.

A consecuencia de esto y otros factores condicionados por la geopolítica internacional, comenzó a encarecerse el precio de la alimentación, la tecnología, y los vehículos tanto nuevos como de segunda mano, entre otros bienes. Aunque a priori parece que ya ha entrado en una fase de moderación, la inflación ha sido uno de los grandes caballos de batalla de este año y el pasado, y ha afectado gravemente al poder adquisitivo de las personas más vulnerables.

No contentos con esta escalada, le tocó el turno a las hipotecas: la principal consecuencia de las medidas de ajuste del Banco Central Europeo sobre el precio del dinero para contener la inflación fue la subida de los tipos de interés como el Euríbor y, con ella, el encarecimiento de las hipotecas y el aumento de las cuotas mensuales.

Ahora, por si fuera poco, le ha tocado el turno al aceite de oliva: un bien de primera necesidad que en España, con una reconocida gastronomía mediterránea, es imprescindible en el día a día. Según las últimas estimaciones del Ministerio de Agricultura, su precio se ha disparado hasta los 9,42€ de media por litro: un récord histórico que supone un 37% más.

Fin de la crisis del aceite de oliva

Más allá de las distintas variables macroeconómicas que impactan en el precio de los artículos de alimentación, el aceite sufre especialmente las consecuencias de un problema que se cierne inexorablemente sobre el mundo: el cambio climático. La sequía asociada a esta emergencia ha provocado una importante disminución de la oferta y, en consecuencia, un encarecimiento nunca visto de la demanda.

En una información del medio especializado Olimerca, Primitivo Fernández (director de Anierac) y Rafael Picó (director de Asoliva) han llamado a la calma y han aclarado que "ni los envasadores ni los demás eslabones de la cadena de aceite de oliva están especulando. La prueba se puede encontrar en los registros de los contratos".

Según los cálculos de Picó, "no parece lógico que vengan más subidas de coste de aceite de oliva, ya que la oferta y la demanda están equilibradas. Por su parte, Fernández ha descartado una posible situación de desabastecimiento y ha asegurado que la "cantidad de aceite de oliva disponible entre una campaña y la otra de entre 235.000 y 250.000 toneladas que equivale al 35% del aceite producido, equivalente a tres meses de consumo, que garantiza el suministro hasta la nueva cosecha de octubre".