Con solo 22 años, y después de licenciarse en el Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco, el joven guitarrista flamenco cordobés Daniel Martínez dejó sus proyectos en su ciudad natal para embarcarse en una aventura profesional en Edimburgo que ya dura seis años y con la que ha alcanzado algunos de sus retos, como el de crear su propia compañía flamenca. Con ella ha llevado a cabo dos producciones y ambas han sido presentadas en el prestigioso Festival de Edimburgo, siendo la primera, Art of beliving, reconocida como el mejor show del festival en el 2019, y la última, Flamenco Fringe, ha sido la elegida para cerrar, el pasado jueves, la cita escocesa con las artes de este 2021. Además de compositor y músico, es profesor de guitarra, una faceta que continúa ejerciendo en Edimbrugo, desde donde ofrece su arte al mundo, aunque le provoque cierto pesar el hecho de que «en España no se le da valor al flamenco que se hace en el extranjero».

¿Qué le hizo regresar a Edimburgo dos meses después de actuar por primera vez en esa ciudad?

En ese momento necesitaban un guitarrista para el Festival Fringe, y como había terminado mis estudios y estaba libre, me volví. Cuando terminé con ese trabajo decidí quedarme un tiempo y empecé a impartir clases de guitarra flamenca en una escuela. Lo que iba a ser un año se ha convertido en seis, y por ahora no tengo intención de volver a España.

Tenía tan solo 22 años. ¿Se sentía preparado para adentrarse en proyectos más allá del docente?

La verdad es que no. No tenía nada pensado, todo fue surgiendo poco apoco. Yo trabajaba mucho en el patio de la Casa de las Campanas de Córdoba y en tablaos de la Judería, y fui acumulando experiencia. En Edimburgo he trabajado mucho en tablaos y en distintos festivales, pero en el 2017 quise hacer algo más porque no pasaba nada especial, no había proyectos grandes. Entré un poco en crisis y hasta pensé volver, pero al final decidí plasmar ese estado en el espectáculo Art of beliving (el arte de creer), que me ha dado muchas satisfacciones.

¿Temía que pensaran que su arte tendría menos valor por ejercerlo en el extranjero?

A nivel de Reino Unido, no, pero sí quizá en España, parece que por estar fuera no se fijan en ti. En el 2019 estuvimos a punto de actuar en el Gran Teatro, pero finalmente se cambió la programación y nos ofrecieron el Góngora. Cuando recibimos esa notificación, acabábamos de actuar ante mil personas en el prestigioso Glasgow Concert Hall, donde Vicente Amigo estrenó su disco Tierra. No me siento valorado en Córdoba, aunque es cierto que me llaman del Festival de los Patios para componer alguna música. En España no se le da valor al flamenco que se hace en el extranjero. Tengo una espinita con Córdoba, pero seguimos creyendo que algún día será posible y actuaremos allí. El arte de creer no tiene límites.

Montar una compañía flamenca en tan poco tiempo y triunfar con ella no ha debido ser fácil. ¿Cómo lo ha conseguido?

Ha sido duro, pero los teatros de Edimburgo nos abrieron las puertas desde el primer momento y la respuesta del público fue un lleno absoluto. Por otro lado, el Ayuntamiento de la ciudad valoró en el 2019 nuestro espectáculo como uno de los más interesantes del Fringe del Festival de Edimburgo. Tuvo mucha repercusión y fuimos anunciados en aeropuertos, estaciones de trenes, paradas de autobuses… A partir de ahí, nos llamaron para actuar en el Birminghan Guitar Festival, donde había cuatro actuaciones, una de ellas de David Russell, uno de los guitarristas clásicos más importantes. Después, no hemos parado. Esta repercusión ha llegado al Instituto Cervantes, que nos ha contratado. Ha sido duro, pero nos sentimos totalmente recompensados.

¿En qué consiste el premiado ‘Art of beliving’?

Es una representación de mi carrera. Empecé a estudiar en el conservatorio con 14 años y tuve profesores como Manolo Franco y El Niño Pura, entre otros, e intento plasmar en el escenario cómo aprendí a tocar la guitarra como solista, para el cante y para el baile. La primera parte del espectáculo es la época de formación y aprendizaje de las distintas disciplinas de la guitarra flamenca, y la segunda se nutre de composiciones mías. En la guitarra solista, le hago un homenaje a Paco Serrano y recuerdo a otros muchos músicos con los que he trabajado desde que salí del conservatorio. También incluye una alegría que se llama Alegría en Escocia, que gusta mucho. Todo lo que hemos hecho en estos años es lo que compone esta producción, de ahí nace.

Después de la interrupción del año pasado, Edimburgo ha vuelto a albergar su tradicional festival, donde ha presentado ‘Flamenco Fringe’. ¿Cómo lo ha recibido el público?

Me he quedado totalmente sorprendido por el éxito, tanto de público como de reconocimiento, ya que fuimos invitados por el Gobierno del Reino Unido a clausurar el festival el pasado jueves. Fue una gala muy emocionante. Este año tuvimos que esperar hasta julio para saber si entraríamos en el cartel, lo que habitualmente se sabe en marzo, pero la pandemia ha parado la cultura aquí hasta prácticamente hace un mes. Muchos teatros de la ciudad se convirtieron en centros covid para las vacunas. Yo era muy negativo, porque empezábamos el 6 de agosto y pensé que era poco tiempo para vender entradas, pero antes de esa fecha ya estaba todo vendido.

Actúa en forma de cuarteto. ¿Qué diría de sus acompañantes?

Son mi familia. La cantaora, Inma Montero, es de Córdoba y lleva ya diez años aquí. Nos conocimos en Londres en el año 2015 para otro proyecto de flamenco, seguimos en contacto y fue quien me llamó para actuar por primera vez en el Fringe del Festival de Edimburgo. Su pareja, el gaditano Danielo Olivera, es cantaor y para mí es uno de los mejores. Después conocí a mi mujer, Gabriela Pouso, que es la bailaora. Es de La Coruña, aunque por parte de madre es británica, y aprendió a bailar flamenco en Edimburgo, donde lleva 28 años. Es una bailaora increíble gracias a su trabajo y esfuerzo. Nos hemos juntado aquí este grupo, que, como ya he dicho, son mi familia.

El flamenco es un tipo de música muy especial, muy de raíz, muy de emoción y sentimiento. ¿Se siente con la misma intensidad en cualquier parte del mundo como cualquier otro género o necesita de una sensibilidad especial?

No necesitas hablar español para entender la pasión o la dulzura, la expresión del quejío del flamenco, para emocionarte con el sentimiento que desprenden los cantaores. Y nadie necesita saber de música para poder disfrutar de una guitarra flamenca, y lo mismo con el baile. Es por eso que es universal y tiene el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.

Es obvio que en Escocia gusta este arte porque sus espectáculos hacen ‘sold out’ una noche tras otra. ¿Qué cree que les atrae de él?

En nuestro caso, a lo que hacemos le ponemos mucha sinceridad, estamos todos muy formados, ambos cantaores han hecho un máster de Flamencología, Gabriela ha estado en escuelas en Andalucía con bailaoras muy reconocidas. No dejamos de estudiar. Pero en nuestros espectáculos siempre está el tablao, que es pura improvisación. Le damos al público lo que sentimos según como estemos ese día, y eso a la gente le encanta.

También tiene su faceta docente. ¿Le gusta enseñar?

Sí, llevo años haciéndolo. En el conservatorio me formé como guitarrista, pero también estudié otras materias más, como pedagogía. Yo empecé a dar clases con 16 años en Córdoba, monté una escuela en el Parque Cruz Conde y tenía bastantes alumnos. Cuando me vine a Edimburgo seguí haciéndolo, pero todo era muy diferente. Aquí los que vienen ya saben algo de guitarra y quieren aprender todos los palos del flamenco y tocarlos bien. En Córdoba, casi todos mis alumnos querían aprender a tocar sevillanas y rumbas para animar las fiestas.

Supongo que tenía ganas de volver a tener contacto con el público. ¿Cómo está viviendo esta situación sanitaria?

Hemos hecho muchos conciertos on line y han funcionado muy bien, pero a nivel británico. Aquí la gente ha apoyado mucho a los artistas. Muchos de los que se acercan ahora a saludarnos al finalizar el espectáculo han vuelto a un teatro por primera vez después de año y medio y salen encantados. Y lo mismo nos pasa a nosotros en el escenario. Es como volver a empezar y la audiencia siente lo mismo. Hay un ambiente muy bonito.

Entre sus planes figura el lanzamiento de su primer disco el próximo año. ¿Cómo va?

Estamos en el proceso de grabación y espero que salga pronto. Ya tenemos fecha para su presentación en el Usher Hall, otro gran escenario, con la Orquesta Nacional de Cámara de Escocia. Tenía muchas ganas de hacer una producción con orquesta. Se llama Andalucía y hay un tema para cada una de las ocho provincias con estilos en los que se reconocerán fácilmente.