Esto es inigualable, buscar dónde dormir cada noche, saber que no tienes ningún refugio, esa desprotección me seduce, me inquieta, le da al viaje una dimensión diferente a todo lo vivido con anterioridad. No echo de menos. Me he instalado en la bicicleta y en esta incertidumbre. Me siento desamparado y fuerte. Esta forma de viajar me va a marcar, otro punto de inflexión.

¿En qué momentos tu vida ha girado? ¿Sabes esa sensación de ir subiendo peldaños, de tener ojos y sonrisa en la espalda?

Otro descubrimiento, más droga a mi cerebro. Voy por el sexto día, más que la totalidad de muchos viajes, y sin embargo aún tengo la impresión de estar empezando.

Hace unos meses, en pleno confinamiento, un amigo me preguntó: ¿Y qué quieres hacer? Dormir en lo alto de una montaña, le contesté sin pensar. Hoy empiezo a romper lo planificado.

Puerto de Serranillos, tú eres el elegido.

Te empiezo a subir a las siete y cuarto de la tarde, desde San Esteban del Valle. Aquí en Ávila hay muchos como tú. No eres el más alto ni el más bonito, pero vas a ser el primero, y el primero marca eternamente.

Eres fácil de escalar y además te cubren algunas nubes, lo que te hace más misterioso. Noto un cosquilleo cuando diviso por dónde pretendes que vaya y dónde quieres que duerma. Nunca he subido tan nervioso. ¿Pasaré frío? ¿Cómo serás? ¿Conseguiré dormirte? ¿Será muy distinta a otras noches? ¿Me darás miedo? ¿Guardas animales? ¿Te odiaré? ¿Te amaré?

Culmino a 1.571 metros, a las nueve de la noche. Doy vueltas por la cima. Hace viento y por un segundo me haces dudar. Me ofreces unos pinos para cobijarme. Incluso una fuente para la ducha y reponer; siento el frío en mi cuerpo, pero no eres incómodo. Hiervo unos espaguetis antes de que anochezca. Cenar a tu altura, tu azul cada vez más fuerte y oscuro, tus picos ya son negros, iluminas al valle de forma salteada, como si dibujases barcos en el mar. Eres mucho mejor de lo que había imaginado.

¿Sabes?

Los primeros días que dormía al raso cerraba pronto los ojos, aunque no tuviera sueño. Hoy me ocurre lo contrario. Tengo ganas de cerrarlos, porque ha sido una etapa dura, pero intento no hacerlo porque lo que veo no es fotografiable. No quiero dejar de mirar.

Te contaré un secreto: Nadie me puede hacer sentir así. Tu inmensidad, tu aluvión de estrellas, el saco, la bicicleta, mi equipaje. ¿Sabes que con esto he llegado hasta aquí, nada más que esto, así de vulnerable, de privilegiado?

Supongo que habrá otras montañas, otras noches, más conquistas, retos impresionantes, pero ninguna será como tú, ninguna. Por eso trato de no cerrar los ojos. Por eso sigo aquí, hablándote a la una de la madrugada, con la cabeza girada hacia tu silueta, y no sé si me va a costar dormir más que ningún otro día, pero te aseguro que no será por el miedo ni el frío, tampoco por los animales, pese a que Edu me ha dicho que hay lobos. Me da igual los lobos, no tengo miedo, solo ganas de que no se apague esta noche.