La carrera de Margot Robbie está a punto de explosionar. Este verano coinciden dos de sus últimos trabajos en la cartelera, en los que demuestra que ha nacido una estrella camaleónica dispuesta a comerse la pantalla. Por una parte se ha convertido en la nueva versión contemporánea de Jane en La leyenda de Tarzán, en la que exhibe su poderío físico junto al rey de la selva a golpe de magnetismo entre lianas y gorilas.

Por otra, la veremos encarnar a Harley Quinn, la supervillana cómplice del Jóker en la esperadísima cinta Escuadrón suicida, la adaptación de los cómics de DC que está llamada a convertirse en uno de los éxitos de taquilla del verano.

PUNTO DE MIRA / Pero esta escalada meteórica hacia el estrellato y el reconocimiento de Hollywood no hubieran sido posibles si Martin Scorsese no se hubiera fijado en ella para protagonizar junto a Leonardo Di Caprio El lobo de Wall Street. Fue la película que la puso en el punto de mira, porque realmente hasta el momento, Robbie solo había participado en dos series televisivas: en el culebrón Vecinos y en la producción retro nostálgica Pan Am centrada en un grupo de azafatas de vuelo de la mítica compañía aérea estadounidense.

La serie no pasó de la primera temporada, pero la actriz consiguió con ella la visibilidad que necesitaba para dar un impulso a su carrera y se llevó por el camino una bonita amistad, la de Christina Ricci, con la que incluso llegó a compartir piso durante sus inicios en la televisión.

Pero fue Scorsese quien lo cambió todo, quién le ofreció la oportunidad de acceder a una liga mayor. Nadie entiende por qué Margot Robbie no estuvo nominada a los Oscar ese año por su papel de Naomi Lapaglia en El lobo de Wall Street. La actriz demostró ser un huracán avasallador capaz incluso de poner en su sitio a un espídico Leonardo Di Caprio y de convertirse en uno de los personajes femeninos con más personalidad de la filmografía scorsesiana junto al de Sharon Stone en Casino.

PAPEL SECUNDARIO / Fue sin duda un punto de inflexión en su carrera. Apareció en Suite francesa con un papel secundario y protagonizó junto a Chiwetel Ejiofor y Chris Pine la fábula postapocalíptica Z for Zachariah. Eclipsó a su compañero de reparto Will Smith a golpe de toque sexy en la discreta Focus y tuvo una aparición estelar autoparódica en La gran apuesta, explicando al espectador desde su jacuzzi y con una copa de champán los intríngulis de los bonos hipotecarios basura.

En su vida personal mantiene una relación sentimental con el ayudante de dirección Tom Ackerley, al que conoció rodando Suite francesa y con el que acaba de prometerse tras dos años de relación. Ha estado relacionada con Henry Aitken, al que conoció en un rodaje, el de Z for Zachariah, donde él participaba en el departamento de arte. H