Festejo taurino
El hilo invisible del toreo en Pozoblanco
Pablo Aguado firma una gran faena y corta dos orejas, mientras que Juan Ortega y Talavante se llevan una cada uno

El festejo taurino de Pozoblanco, en imágenes / Rafa Sánchez
Ganadería: Seis toros de Zalduendo, aceptables de presencia, nobles y manejables en líneas generales excepto el quinto y el sexto, muy apagados al final. Bravo y con codicia, el cuarto; con calidad en la muleta, segundo y tercero.
Alejandro Talavante, pinchazo y estocada caída (oreja) y estocada caída (oreja)
Juan Ortega, dos pinchazos y estocada contraria (ovación) y estocada (oreja)
Pablo Aguado, casi entera contratria (dos orejas) y dos pinchazos y media estocada (palmas tras aviso)
Incidencias: Plaza de toros de Pozoblanco. Media plaza en tarde fría pero sin lluvia. Corrida extraordinaria del sábado previo a Semana Santa.
El toreo se construye con hilos invisibles que unen a Manzanares padre con Juan Ortega y a Juan Ortega con Curro Romero y a Curro con Pepe Luis Vázquez, y a Pepe Luis con Pablo Aguado. El toreo es un arte tal que suma influencias como los románticos miraban a Velázquez, como Velázquez estudiaba a los italianos de su tiempo. Aguado ha bordado el toreo hoy en Pozoblanco. Sin estridencias. Con el hilo de seda que trae influencias de más allá del Guadalquivir, donde se juntaban las muñecas de Curro, de Salomón Vargas, de los Vázquez… Y luego podemos mentar a Manzanares (Dols Abellán). Aguado, en el tercero ha cuajado una faena de las que puede hacer en el patio de su casa. ¿Cómo es posible que un ser humano se mueva por delante de la cara de una animal tan bestia, tan bruto, como si estuviera dialogando amistosamente con él? Aguado lo ha conseguido. Por el pitón derecho le ha cuajado dos tandas de categoría y por el izquierdo, al natural, otra enorme, pero lo mejor han sido los cambios de mano, los ayudados, los trincherazos. Aguado es la sevillanía más positiva, el toreo bordado con el hilo mágico de los grandes de ambos lados del Guadalquivir.
Y es que este tercero de Zalduendo ha tenido el beneficio de la nobleza, de la suavidad pastueña con retales de mansedumbre y con momentos de sosería. La corrida, cómoda de cara, ha sido manejable y a modo, aunque con matices, porque el segundo del lote de Aguado, el sexto, ha tenido luego el carácter apagado, que no ha dejado ir más allá al artista sevillano, quien en un compás y cuasi a la última, ha intentado un cartucho de pescado cuando la res no podía con su alma. Lástima que su labor no haya crecido porque todo estaba a favor del éxito de Aguado, también en el sexto.

El festejo taurino de Pozoblanco, en imágenes / Rafa Sánchez
Juan Ortega volvía a Pozoblanco prendido de un hilo artístico tan singular como el que dista que la corrida de su alternativa, en esta plaza, fue la última de toreo a pie que vio Manzanares padre. Ortega recibía entonces los trastos de Ponce y de Manzanares hijo, el testigo. Y allí estuvo el gran torero de Alicante, que murió poco más de un mes después. Ortega no es el mismo de entonces pero tiene un aroma si no similar sí primo hermano a aquel gran torero que tanto disfrutamos entre los 70 y los 90. Parte de su legado está en Ortega, quien ha acariciado como suele al primero de su lote. Con la capa, a la verónica, ha pintado excepcionales verónicas sueltas. Y han sido sueltas por el toro se ha quebrantado en un lance, pero la calidad y la intención han encandilado al personal. Luego con la muleta la misma suavidad por ambas manos, llevando al noble de Zalduendo con los vuelos, hasta el final, con remates de pecho y por bajo de extrema calidad. El toro, venido a menos, se ha defendido y ello ha restado intensidad a una labor artística de altura.
Y Talavante… ay Talavante. Talavante ha andado bien con el primero, pulcro, profesional, acertado, pero ya. No se ha esforzado más allá de su puro oficio. No obstante, ha estado mejor con este noble flojete que con el cuarto, más bravo. El noble animal, el primero de la tarde, ha tenido en frente a un torero con oficio, que ha rematado con unas manoletinas ajustadas su primera labor. Lo que se espera de una figura que aguanta los años con triunfos puntuales en plazas de caché. ¿Pero? A Talavante se le ha ido el cuarto. Se le ha ido un toro que ha empujado con codicia en el caballo, que ha embestido por abajo a los capotes y que pedía distancia, pulso y temple en la muleta. Mas el extremeño ha ido a cumplir el expediente. De primeras se ha puesto muy cerca, acortando el viaje, vaciando la embestida con molinetes y adornos cuando el toro reclamaba puso y toreo fundamental. Ese mismo animal, con más distancia, con más facilidades, hubiera sido otro, pero se ha asfixiado porque no había frente a él un torero con ganas de darle fiesta. Tanto es así que el de Zalduendo ha acabado defendiéndose y acortando el viaje.
Por lo demás, la lluvia, como dicen por Los Pedroches, se ha sujetado, pero ha privado de una taquilla más densa. El personal, que si llueve que si no, se ha resistido y muchos se han quedado en casa temiendo el aguacero. Se han equivocado porque la tarde ha sido entretenida y ha tenido momentos de auténtica categoría sujetos por el hilo invisible de la historia del toreo, que sigue más vivo que nunca.
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