La tormenta divide en dos desiguales mitades otra decepcionante corrida torista

Los toros tan descastados y venidos abajo que los toreros no tuvieron más remedio que abreviar

Escribano recibe a portagayola al primero de su lote, este jueves, en Las Ventas.

Escribano recibe a portagayola al primero de su lote, este jueves, en Las Ventas. / EFE

Paco Aguado (EFE)

Madrid

Ficha del festejo

Ganado: seis toros de Adolfo Martín, cinqueños, con serias defensas y, salvo el destartalado sexto, de finas hechuras dentro del tipo 'albaserrada', aunque algo desiguales de cuajo. En cuanto a juego, resultaron muy bajos de raza, medidos de fuerzas y, los tres primeros, de escasa duración, mientras que los tres últimos tuvieron opciones de lucimiento.

Antonio Ferrera, de blanco y oro con remates negros: pinchazo bajo y bajonazo (silencio); dos pinchazos, estocada caída delantera y dos descabellos (ovación tras aviso).

Manuel Escribano, de violeta y oro: estocada desprendida delantera (ovación); estocada trasera desprendida (vuelta al ruedo tras petición de oreja).

José Garrido, de verde hoja y azabache: estocada baja delantera y tres descabellos (silencio); estocada baja trasera

Entre las cuadrillas, Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez saludaron tras banderillear al cuarto.

La plaza: vigésimo cuarto festejo de abono de la feria de San Isidro, con casi lleno en los tendidos (unos 21.000 espectadores), en tarde de bochorno que desembocó en tormenta a partir de la lidia del cuarto toro.

La fuerte tormenta que, con agua y viento, se desató sobre Las Ventas al inicio de la lidia del cuarto toro dividió en dos mitades muy diferentes la corrida de este jueves, otro festejo de carácter torista que resultó en su conjunto tan decepcionante como el primero, aunque el público reaccionara por momentos con una extraña euforia.

Si el martes, con los toros de Escolar se echó de menos un mínimo nivel de raza y de fondo, tampoco lo hubo este jueves en con sus tres primeros "primos" de la de Adolfo Martín, tan descastados y venidos abajo que los toreros no tuvieron más remedio que abreviar, sin que la suma de las tres lidias llegara siquiera a la hora de duración, algo que no deja de agradecerse en estos tiempos de tardes tan dilatadas.

Pero fue sonar el primer trueno y caer las primeras gotas y cambiar por completo la decoración no solo de ambiental sino también taurina del festejo, en tanto que, entre una gran desbandada en los tendidos, Antonio Ferrera se dispuso a aprovechar la nobleza de ese cuarto que, aunque medido de fuerzas, tomó los engaños con mayor profundidad.

Y, pese al viento que soplaba, el extremeño logró cogerle el pulso y la altura al cárdeno con una deletreada tanda de tres naturales soberbios, jaleada con fuerza entre el barullo y el ajetreo de un público que salió del letargo de la primera parte con un desmedido alborozo.

Intentó Ferrera repetir la fórmula durante el resto de la faena, incluso sin montar la muleta con la espada en la derecha, pero el aire de la tormenta no le permitió lograr la misma conjunción más que en algunos pases aislados, antes de fallar con los aceros.

Con los tendidos ya vacíos

Con los tendidos ya vacíos, e igual que hizo en su primer turno, Manuel Escribano se fue a recibir a portagayola al quinto, que flojeó en el caballo, pero se vino arriba en el tercio de banderillas, más vistoso y variado que ajustado, que protagonizó el mismo matador, justo cuando más arreciaba la lluvia.

Ya con la muleta, el cornalón cárdeno de Adolfo Martín también pidió temple y precisión en los vuelos de una muleta que quiso tomar por abajo, lo que el torero de Gerena le permitió en momentos puntuales de una insistente faena, con voluntad y pocos resultados, en la que incluso llegó a ser volteado en una colada del toro, sin mayores consecuencias que la gratitud de los, de repente, eufóricos tendidos para pedirle incluso una oreja sin demasiada justificación.

Y como, remate de una tarde tan desconcertante, el sexto, el de peores hechuras, por alto, largo y destartalado, rompió a embestir con más recorrido y entrega que todo el resto de sus hermanos, como demostró ya en la primera y única serie de suaves derechazos que le ligó un luego ligero y poco asentado José Garrido.

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