FERIA DE SAN ISIDRO DE MADRID

Cruz para Garrido, herido grave, y cara para Robleño con desrazados 'adolfos'

La corrida estuvo marcada por un descastado encierro de Adolfo Martín

Fernando Robleño, en la corrida de esta tarde en Madrid.

Fernando Robleño, en la corrida de esta tarde en Madrid. / Daniel Gonzalez

Paco Aguado (Efe)

Ganado: cinco toros de Adolfo Martín, desiguales de volúmenes y encornaduras, aunque todos en el tipo de su encaste, y que dieron un juego descastado y con distintas complicaciones, salvo el quinto, que tuvo movilidad y se empleó en los engaños. Y un sobrero, en sexto lugar, de Pallarés, que sustituyó a un titular devuelto tras lesionarse saltando al callejón, de feas hechuras, sin raza ni fuerzas.

Fernando Robleño: estocada muy trasera, pinchazo y estocada perpendicular desprendida (ovación tras aviso); pinchazo, estocada desprendida delantera y descabello (dos vueltas al ruedo tras fuerte petición de oreja).

Román: tres pinchazos y media estocada baja (silencio tras aviso); pinchazo hondo y descabello (silencio); y estocada atravesada (silencio), en el que mató por Garrido.

José Garrido: herido por su primero, al que mató Robleño de media estocada atravesada y dos descabellos (silencio).

Incidencias: Garrido fue trasladado a la enfermería de la plaza, donde fue intervenido de una cornada de pronóstico grave "en la cara posterior del tercio inferior del muslo derecho, con una trayectoria hacia adelante y abajo de 15 cms., que produce destrozos en músculos isquiotibiales y contusiona el nervio ciático".

Cuadrillas: José Chacón y Fernando Sánchez saludaron en banderillas.

Plaza: decimoséptimo festejo de abono de la feria de San Isidro, con más de tres cuartos del aforo cubierto (18.666 espectadores, según la empresa), en tarde desapacible y con lluvia durante la lidia de los tres primeros toros.

La cara y la cruz del toreo se hizo presente en el festejo de hoy de la feria de San Isidro, en el que José Garrido resultó herido de gravedad y Fernando Robleño dio dos vueltas al ruedo tras serle negada una oreja pedida con mucha fuerza del quinto toro de un descastado encierro de Adolfo Martín.

La cruz de la sangre derramada llegó, precisamente, con el peor toro de la corrida, descastado pero con mayores complicaciones que el resto, como fue ese tercero que desde la salida evidenció su peligro por el pitón derecho, al golpear secamente a Garrido en las verónicas de saludo.

Pero por ese lado, sorprendentemente, fue por el que inició el extremeño su faena de muleta, breve faena en tanto que, después de varios "avisos", el de Adolfo Martín le buscó y le prendió certero, para derribarle y buscarle con saña sobre la arena.

Herido de gravedad, como se supo después, Garrido fue trasladado a la enfermería, haciendo que se corrieran los turnos de la lidia, una vez que Robleño, como director de lidia, acabó estoqueando, sin mayores contemplaciones, al astado que hirió a su compañero.

Antes, el veterano diestro madrileño había solventando con un solvente y lúcido oficio las complicaciones del primero de la tarde, prolongando sus reacias embestidas en un trasteo a más y en el que llegó incluso a componer la figura muy embraguetado, sólo que, como tantas veces, falló con la espada.

Y lo mismo le pasó con el otro toro de su lote, que se lidió en quinto lugar: un hondo y serio cárdeno que acabaría siendo el mejor de la corrida, al menos el único que humilló y se empleó con celo tras los engaños.

La calidad del animal fue muy evidente en la primera serie de naturales que le instrumentó Fernando Robleño, en la que ligó los pases con la suavidad y el relajo que más convenía al de Adolfo Martín, pero que no aplicó tanto en el resto de un trasteo de más chispa y ligereza que asiento y mando.

Con todo, el ya entonces aburrido público de este domingo electoral, aún a pesar de un primer pinchazo, solicitó con fuerza en gratitud un trofeo que, por segunda vez en esta feria, denegó una arbitraria presidencia, obligando a Robleño a dar finalmente dos aclamadas vueltas al ruedo.

El valenciano Román tuvo que matar también tres toros, incluido el caballuno y muy deslucido sobrero que hubiera correspondido a Garrido, y con el que tuvo que abreviar.

En cambio, insistió con mucho tesón con los dos "adolfos" de su lote que se pararon en el último tercio, aunque por muy distintos motivos: el cuarto porque, escarbón y negado, no tuvo raza alguna, pero el segundo, sin regalar nada, pedía para moverse y humillar que el engaño le llegara al mismísimo hocico y con mayor sutileza en los "toques" que la que le puso Román en su porfía.