Ficha del festejo:

Ganado: tres toros de Carmen Lorenzo, dos de Los Espartales (1º y 5º) y uno de El Capea (6º), despuntados para rejones. Con cuajo y volumen, aunque sin gran aparato en las cabezas, destacaron por su nobleza y su galope los de Lorenzo y Capea. Y en especial brilló el segundo, "Montecillo", que derrochó clase. Los de Los Espartales, resultaron bajos de raza y a menos.

Diego Ventura: rejonazo contrario delantero (dos orejas); rejonazo trasero (oreja con unánime petición de la segunda). Salió a hombros por la Puerta Grande.

Leonardo Hernández: pinchazo y rejonazo trasero barrenando (ovación); rejonazo corto trasero y cuatro descabellos (ovación tras aviso).

Duarte Fernandes, que confirmaba la alternativa: pinchazo y rejonazo corto contrario (ovación); pinchazo hondo, medio rejonazo contrario y seis descabellos (silencio tras dos avisos). Duarte confirmó su alternativa con el toro "Malacara", negro, de 540 kilos, con el hierro de Los Espartales.

Incidencias: décimo festejo de abono de la feria de San Isidro, con lleno en los tendidos (22.464 espectadores, según la empresa), en tarde apacible.   

El rejoneador sevillano Diego Ventura, que cortó tres orejas en una tarde arrolladora, consiguió este sábado abrir la Puerta Grande de Las Ventas por décimo octava ocasión, contando para ello con el excelente juego de su lote de toros de la divisa de Carmen Lorenzo.

Ventura fue el auténtico protagonista de la primera de las dos corridas de rejones de la feria, no solo por su triunfo sino por la redondez de su actuación ante el lote de más calidad del descabalado encierro de Carmen Lorenzo, que le puso en bandeja aumentar la marca del mayor número de salidas a hombros conseguidas en Las Ventas.

Le cortó ya las dos orejas a su primero, que fue el segundo de la corrida, tras confirmarle la alternativa a Duarte Fernandes, y que también fue el toro estrella de la corrida porque no paró de perseguir a sus caballos con un incansable, rítmico y enclasado galope.

Todas esas virtudes las aprovechó el jinete de Puebla del Río para recrearse toreando con las grupas de sus caballos, que encelaron y llevaron al de Carmen Lorenzo con un milimétrico temple, aunque no lo hubiera tanto a la hora de clavar las banderillas, en embroques algo más ligeros.

Aun así, una vez que acabó de rematar su faena quitándole el cabezal a "Bronce" y ligando tres banderillas cortas al violín, un rejonazo efectivo, y la colaboración de sus auxiliadores para que el toro cayera pronto, se desató la petición de esas dos orejas que concedió una presidencia que, en justicia, debió sacar también el pañuelo azul para que se diera la vuelta al ruedo a "Montecillo".

Y con mas fuerza aún se le pidió el doble trofeo tras la lidia del cuarto, a lo que esta vez no accedió el palco, después de que Ventura, con otro toro de muy buen fondo, salpicara ahora su trabajo de alardes y adornos variados que entusiasmaron al festivo público del rejoneo.

La nota sentimental es que, además, sacó a dar la vuelta al ruedo a "Nazarí", uno de sus caballos estrella, al que, llegado ya a los veinte años de edad, retiró simbólicamente de los ruedos quitándole la silla y la cabezada y dejándole volver libre a las cuadras.

No fueron tan completos los lotes de Leonardo Hernández y del confirmante portugués Duarte Fernandes, hijo del también "cavaleiro" Rui Fernandes, que salió vestido de "amador", con con la casaca típica de su tierra. Y, de hecho, el toro de la ceremonia del lusitano se desfondó y se vino a menos, haciendo que el buen tono del joven jinete en los primeros compases también se difuminara.

Ya con el último de la tarde, Duarte puso mucha más carne en el asador, con un rejoneo muy puro que se quedó sin trofeo por sus fallos con los aceros de muerte, igual que le sucedió a Hernández con sus dos toros.

El rejoneador extremeño le hizo una faena a más a su primero, otro de los buenos ejemplares de Carmen Lorenzo, pero no llegó a matar a la primera, lo que siempre desencanta al espectador del rejoneo. Y tuvo verdadero mérito con el quinto, un manso que intentó saltar la barrera, pero al que Hernández fijó para clavarle banderillas con actitud y garra, antes de marrar con el descabello.