EN LA MAESTRANZA

Victorino Martín sirve un gran espectáculo con cuatro toros de juego soberbio

La terna de diestros "solo" cortó cuatro orejas, dos de las cuales fueron para Manuel Escribano, de un hijo del toro que él ya indultó en este mismo ruedo

El diestro Manuel Escribano, con sus trofeos por la faena al segundo toro en la corrida de la feria de Sevilla de este sábado.

El diestro Manuel Escribano, con sus trofeos por la faena al segundo toro en la corrida de la feria de Sevilla de este sábado. / JOSÉ MANUEL VIDAL/ EFE

PACO AGUADO (EFE)

FICHA DEL FESTEJO

Ganado: seis toros de Victorino Martín, de buena presencia y de finas hechuras, muy en tipo de la ganadería, y con cuatro ejemplares de soberbio juego, por bravura, clase y profundidad, con un quinto, de nombre "Patatero", premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. El primero, noble pero sin celo, y el segundo, que desarrolló sentido, fueron los únicos lunares negros del encierro.

El Cid, de tabaco y oro: estocada trasera desprendida y descabello (vuelta al ruedo); estocada contraria (oreja).

Manuel Escribano, de botella y azabache: estocada muy trasera desprendida (ovación); estocada trasera desprendida (dos orejas tras aviso).

Emilio de Justo, de corinto y azabache: estocada desprendida (oreja); dos pinchazos y estocada desprendida (ovación tras aviso).

Cuadrillas: Lipi saludó tras banderillear al cuarto.

La plaza: sexto festejo de abono de la feria de Abril, con lleno en los tendidos (unos 10.000 espectadores) en tarde de agradable temperatura

 La famosa ganadería de Victorino Martín propició este sábado un gran espectáculo de bravura en la feria de Sevilla, con cuatro toros soberbios, por casta y calidad, a los que la terna "solo" cortó cuatro orejas, dos de las cuales fueron para Manuel Escribano, de un hijo del toro que él ya indultó en este mismo ruedo.

Concretamente, ese quinto de la tarde, Patatero de nombre y premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre, era producto de Cobradiezmos, el legendario ejemplar de la divisa azul y grana que volvió al campo tras ganarse el indulto hace siete años. Y, como tal, hizo honor a su selecta genética.

La fina lámina que lucía ya hizo presagiar su notable comportamiento desde que Escribano le recibió con una larga a portagayola y el animal comenzó a embestir con el hocico a ras de arena, igual que luego tomó dos puyazos y persiguió con codicia a su matador en el tercio de banderillas.

El torero sevillano se dispuso así a aprovecharlo en la muleta sin mayores probaturas, aunque aún tardó un tiempo en cogerle el temple, hasta el punto que parecíó que "Patatero" podía afligirse por su forma de flojear al final de alguno de los pases de tanteo.

Pero fue una sensación equivocada, pues lo que pedía el precioso cárdeno era pulso y suavidad en los vuelos de una muleta que Escribano manejó con decisión, aunque casi siempre muy encimado con un toro que, con más aire en los cites, redondeaba las embestidas con la misma clase ralentizada pero aún con mayor profundidad.

Aun así, la faena tuvo emoción por la entrega total del matador, que pudo así desquitarse del mal trago de un primero de lote con mucho sentido, y que acabaría concretado con más solidez de sus compañeros las faenas a unos toros para un triunfo de clamor.

Lo obtuvo Escribano, compartido con Patatero, pero no así sus dos compañeros, que estuvieron por debajo de otros de los bravos "victorinos" que salieron hoy por la ancha puerta de chiqueros de la Maestranza.

De hecho, tan bueno o más que el quinto fue el cuarto, un cárdeno estrecho de sienes cuyas largas, hondas y también rítmicas embestidas ponían en bandeja la faena soñada que no le cuajó El Cid.

El veterano torero de Salteras, que reaparecía cuatro años después en los ruedos, había dejado buena impresión por la soltura el reposo que tuvo con un primero muy noble pero que se empleó poco en los engaños, y a cuya muerte dio una aplaudida vuelta al ruedo.

Pero ese cuarto, Filigrana, pedía mucho más pulso, firmeza y convicción que los que puso El Cid en una lidia con más dudas y pausas de lo aconsejable para llegar al nivel de lo que ofrecía el de Victorino, por mucho que se le premiara con una pírrica oreja.

Y tampoco tuvo demasiado peso la que paseó Emilio de Justo del tercero, otro cárdeno de profunda y enclasada bravura que el extremeño nunca terminó de apurar y de concretar en series rotundas, a expensas siempre de una mayor decisión.

Ya con la tarde vencida, y al límite de las tres horas de corrida, el terciado sexto, protestado por apuntar cierta flojera en varas, se fue creciendo en casta hasta casi desbordar a De Justo en varios momentos de un largo y casi siempre despegado empeño, con más esfuerzo que mando, más voluntad que firmeza.