Ficha del festejo

Ganado: Cinco toros del Puerto de San Lorenzo, bien presentados y deslucidos, salvo el primero que fue un buen toro. Manso y sin fuerzas el segundo; sin clase ni entrega, el tercero; muy desabrido y pegando tornillazos el quinto; y descastado y moribundo el sexto. El cuarto fue un sobrero de José Vázquez, sin raza y muy agarrado al piso.

Uceda Leal: estocada honda desprendida (vuelta al ruedo tras petición mayoritaria de oreja y fuerte bronca al palco); estocada desprendida y descabello (ovación).

Morante de la Puebla: dos pinchazos, media atravesada y contraria, y dos descabellos (leves pitos); dos pinchazos y media desprendida (silencio).

Ángel Téllez: cuatro pinchazos (ovación tras dos avisos); estocada y descabello (silencio).

Cuadrillas: Rafael Viotti y Fernando Sánchez saludaron en el tercero, al que bregó de manera magistral Juan Navazo. Juan José Trujillo y Sánchez Araujo también se desmonteraron en el quinto.

Plaza: Las Ventas de Madrid, prácticamente llena con 22.739 espectadores (según la empresa) en tarde espléndida.

Una faena de exquisito sabor a cargo de Uceda Leal, pero sin premiar de manera incomprensible por culpa del palco, fue lo más notable de la corrida de este sábado en Las Ventas, quinta de la Feria de Otoño, en la que Ángel Téllez dejó también preciosos detalles y en la que Morante se estrelló con un lote infumable.

Volvía Uceda Leal a Madrid, ¡cinco meses después!, a recoger el premio de su gran tarde el pasado 2 de mayo; y ya su tarjeta de visita fue unas mecidas verónicas de manos bajas al que abrió plaza, con el que entró en pique de quites con Morante, éste por preciosos lances a cámara lenta, y el madrileño por arrebatadas chicuelinas.

La gente se frotaba las manos, también porque el toro apuntaba cosas muy buenas, aunque con esa fuerza justita que había que dosificar. Y Uceda así lo hizo, por momentos, en una faena de corte clásico y muy medida, y que contó con pasajes de gran elegancia sobre todo por el derecho, por donde logró dos series simplemente extraordinarias.

Buena imagen del madrileño, de torero en sazón tan del gusto de Madrid. La oreja era de ley, pero el palco, incomprensiblemente y de forma totalmente arbitraria, se la negó tras una mayoritaria petición en el tendido. La vuelta al ruedo que acabó dando, eso sí, tuvo sabor a premio grande. Como grande fue también la bronca posterior al usía.

Con el sobrero de José Vázquez que hizo cuarto, sin raza y muy agarrado al piso, Uceda no pudo pasar de los detalles sueltos en otra labor de corto metraje y en la que todo lo hizo a favor del toro.

La ovación con la que recibieron a Ángel Téllez como triunfador del pasado San Isidro ya advirtió que el toledano no iba a ser convidado de piedra en el cartel.

Y el compromiso del toledano ya se hizo notar en la manera de ponerse sin probaturas y por naturales ante un toro, su primero, mansurrón, muy desordenado, que a la mínima reponía y sin entregarse en ningún momento en la larga y sincera afrenta que le planteó Téllez, muy enfrontilado en los cites y muy puro también en los embroques para lograr alguno suelto de exquisito corte. La espada, eso sí, sigue siendo su talón de Aquiles. El sexto fue un muerto en vida, totalmente vacío y descastado, con el que a Téllez no le quedó otra que ser breve.

El primero de Morante abundó todavía más en esa maldición que parece perseguirle para que no le embistan los toros, pues fue éste un animal manso de solemnidad y muy justo también de fuerzas, al que el sevillano no tardó ni dos minutos en montarle la espada.

Y el quinto, más de lo mismo, pues fue otro toro imposible, éste por falta de raza y mal estilo, tirando tornillazos a diestro y siniestro, de lo más desagradable. Y Morante, que mostró otro ánimo y hasta lo intentó de verdad, al final no le quedó otra que desistir.