TOROS
Oreja a la apuesta de Ginés Marín con complejos 'garcigrandes' en Bilbao
El toreo de aguante y firmeza del diestro extremeño tuvo su premio

Ginés Martín, en un momento de su segundo toro de la tarde en Bilbao. / Luis Tejido (EFE)
PACO AGUADO (EFE)
FICHA DEL FESTEJO
Ganado: Seis toros de Garcigrande, todos bien armados pero muy dispares de volúmenes y cuajo. En cuanto a juego, primó la desigualdad, dentro de la falta de raza, con ejemplares siempre tendentes a rajarse. Algunos, por eso mismo, tuvieron una manejable nobleza, pero la mayoría acabó protestando o defendiéndose.
Miguel Ángel Perera, de nazareno y oro: pinchazo y estocada (ovación); bajonazo (silencio).
Ginés Marín, de carmesí y oro: estocada delantera y descabello (vuelta al ruedo tras petición de oreja); estocada perpendicular (oreja).
Ángel Téllez, de tabaco y oro: pinchazo y estocada trasera desprendida (ovación); estocada (ovación).
Entre las cuadrillas, saludaron en banderilleas Curro Javier y Antonio Manuel Punta, que también destacó en la brega.
La plaza: Cuarto festejo de abono de las Corridas Generales, con un escaso cuarto de entrada (unos 3.500 espectadores), en tarde calurosa.
El tesón y una apuesta decidida por el toreo de aguante y firmeza le valieron al extremeño Ginés Marín la única oreja concedida este martes en la corrida de la feria de Bilbao, en la que se lidió un desrazado pero complejo lote de toros de la divisa de Garcigrande.
Con una generalizada tendencia a rajarse, marcada ya desde su aparición en el ruedo, los armados y voluminosos astados de la divisa charra plantearon una lidia exigente, sin regalar sus embestidas, salvo un par de ellos, sino más bien defendiéndose o quedándose cortos con una pegajosa y áspera movilidad.
No propiciaron, por tanto, muletazos largos, ni limpios, ni tersos, sino que pedían de los toreros una arriesgada entrega para lograr someterlos y atemperarlos, tal y como hizo Ginés Marín con el quinto, del que obtuvo el trofeo, y también por momentos el madrileño Ángel Téllez con los dos de su lote.
A Marín se le notó muy incómodo con el rebrincado segundo de la tarde en una faena meritoria, sí, y esforzada, también, pero que, como el toro, nunca acabó de fluir y por la que se le llegó a pedir una oreja, que la presidencia denegó, para compensar el empeño.
Significativamente, sí que se la dieron del quinto, un "mostrencón" de 638 kilos de peso y que tampoco se lo puso fácil, pues, endeble de riñones, se violentaba a poco que se le exigiera un mínimo de esfuerzo tras los engaños.
Solo que esta vez, igual de tenaz y paciente, Marín añadió a su esfuerzo un plus de firmeza, ese paso adelante para aguantar y guiar al animal y conseguir así, finalmente, dos soberbias y emotivas tandas de derechazos, dejándose ir tras las ya apaciguadas arrancadas del toraco. Y aunque alargó el trasteo más de la cuenta, reduciendo esa intensidad, la oreja fue de ley.
También Téllez se manejó por esa vía de la entrega ante su lote, que abrió un primero dado a la huida desde que salió por chiqueros y al que a duras penas logró sujetar unos instantes para torearlo con trazo al natural pero con una imposible ligazón, de tan desentendido como se iba de las suertes del de Garcigrande.
El sexto, en cambio, tomó bien las telas en los primeros tercios hasta que, nada más abrirse la faena de muleta, pareció lastimarse la mano derecha. Y, aunque siguió embistiendo y repitiendo, desde ese momento siempre lo hizo acusando la lesión, calamocheando y sin terminar de rematar los pases.
Téllez le hizo una trasteo larguísimo, salpicado de intermitentes muletazos de mérito y cierta calidad, y más limpios cuando entendió que era mejor marcarle al toro una trayectoria más lineal que redondeada, aunque pese al esfuerzo, no terminó de compactarla.
Los dos "garcigrandes" de más opciones le cupieron en suerte al veterano del cartel, Miguel Ángel Perera, pues el que abrió plaza, aunque abriéndose por su escaso celo, tuvo una dócil, clara y muy asequible nobleza, que el extremeño movió de un lado a otro en una faena mecánica y sin poso.
Y más o menos le sucedió con el cuarto, que punteó y protestó por el pitón derecho pero que tuvo un más que manejable pitón izquierdo que Perera descubrió muy avanzada la faena, cuando quizá era ya demasiado tarde.
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