Ganadocinco toros de Zalduendo y uno de La Palmosilla (6º), sustituto del 3º devuelto por inválido, muy desiguales de cuajo y hechuras, aunque la mayoría de fea construcción y pobres de cabezas, y de juego absolutamente descastado y sin fuerzas, incluido el sobrero.

Morante de la Puebla: pinchazo y estocada fulminante (ovación); pinchazo y estocada delantera (silencio).

Alejandro Talavante: pinchazo y estocada trasera (ovación); estocada caída delantera (silencio).

Pablo Aguado: pinchazo y estocada tendida desprendida (silencio), dos pinchazos, pinchazo hondo y descabello (silencio).

Cuadrillas: Aurelio Cruz fue muy ovacionado tras picar al cuarto.

PlazaPrimera corrida de la Semana Grande de San Sebastián, con media entrada (algo más de 5.000 espectadores) en los tendidos cubiertos. 


Una corrida de feas hechuras y sin el mínimo fondo de raza de Zalduendo, hierro propiedad de la misma empresa gestora de la plaza, arruinó hoy el espectáculo en la vuelta de los toros al coso donostiarra de Illumbe tras tres años de parón, celebrado con el cartel estrella de la feria.

Ni uno solo de los seis toros, incluido el sobrero que sustituyó al inválido tercero, aguantó una sola tanda completa de muletazos de la terna, lastrados todos ellos por un vacío de raza y de fuerzas que se agravó por el pésimo estado del ruedo, que era un auténtico patatal sin compactar tras la reciente adaptación del recinto.

Con ese panorama, y con una escasa media entrada de público, fue Morante de la Puebla quien logró los únicos momentos de cierta brillantez, que no de emoción, de una tarde que pasó lenta y tristemente en blanco en una plaza necesitada de alicientes y buen toreo para volver a recuperar el ambiente perdido tras los parones forzados por la política y la pandemia.

El artista sevillano, que se descalzó en cuanto apreció como estaba la arena, logró al menos cuajar al primero, que tuvo algo más de duración, un templado quite a la verónica, ayudándole en los remates por alto tanto como lo hizo luego con la muleta para alargar así, con compostura y buena técnica, una embestida mortecina, algo que ni siquiera tuvo el rajado y vacío cuarto, con el que abrevió.

El segundo se afligía al mínimo esfuerzo que le exigiera con los trastos un Alejandro Talavante que le intentó templar sin atacarle en exceso en una faena de bajo tono, mientras que el quinto, el de más cuajo, convirtió en cabezazos defensivos la fugaz movilidad que mostró de salida.

Pablo Aguado lidió en primer turno un "zalduendo" feo, por alto, silleto y vareado, que se paró y se reservó demasiado pronto, obligándole a machetear tras unos breves e imposibles intentos de faena, sin que el regordío sobrero de La Palmosilla le dejara desquitarse, ya al final del festejo, por su flojera de remos y su falta de potencia para mover tanto tonelaje.