Ganado: seis toros de Cebada Gago, cinqueños todos, de aparatosas y muy astifinas cornamentas, sueltos de carnes y largos de viga, que en general dieron un juego muy desrazado, de embestidas cortas y a la defensiva, salvo el quinto, manejable y con recorrido.

Juan Leal: dos pinchazos y estocada desprendida (ovación); pinchazo hondo y estocada desprendida (silencio).

Román: estocada (ovación); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo por su cuenta).

Jesús Enrique Colombo: pinchazo y estocada delantera tendida (ovación tras petición); estocada (oreja).

Plaza: Pamplona. Séptimo festejo de abono de la feria de San Fermín, con lleno en los tendidos (19.000 espectadores), en tarde muy calurosa.

El diestro venezolano Jesús Enrique Colombo cortó, in extremis, la única oreja concedida en la corrida de este lunes de los Sanfermines, en la que buscó siempre la complicidad de las peñas de sol ante sus dos toros de una desrazada corrida de Cebada Gago.

A los astados gaditanos, tan acusados de peligrosos en el encierro matutino, les faltó a la tarde la suficiente raza como para aguantar la mayor dureza de la lidia, eso para lo que realmente se crían, ni con un mínimo fondo de raza en su conjunto.

Así que, ante tan poco prometedor panorama, Colombo decidió hacer constantes guiños a las peñas para intentar saldar la tarde con algún trofeo, como logró finalmente ante el sexto, cuya faena hizo íntegramente bajo los tendidos de sol, incluido el brindis dedicado en exclusiva a ese sector de la plaza.

Después de cuajarle un espectacular tercio de banderillas, con tres cuarteos muy arriesgados, el venezolano se dio a un muleteo ligero y de pases cortos pero con la suficiente habilidad para mover las cortas embestidas de un animal que se fue violentando a medida que se le requería el trabajo de seguir la tela.

Y como lo mató de una buena estocada, asomó el único pañuelo de la tarde por la balaustrada de un palco otros días convertido en tenderero de ropa blanca.

La misma fórmula aplicó el suramericano con el otro toro de su lote, al que saludó con dos largas cambiadas y algunos lances de rodillas, y con el que también protagonizó un contundente segundo tercio antes de abrirle faena con pases sentado en el estribo de la barrera.

Con la misma habilidad evitó luego los constantes tornillazos del de Cebada en un trasteo sin brillo pero dirigido sin disimulo hacia los tendidos más bullangueros, que le jalearon pero no le pidieron el trofeo por el pinchazo que precedió a la estocada.

El francés Juan Leal también tiró de efectismos con el que abrió plaza, iniciando la faena de rodillas en los medios, solo que el engatillado "cebada", que había corneado a la vez a dos mozos en el encierro, no tuvo ni fuerzas ni fondo para dar un mínimo de entidad a su quehacer.

Como tampoco las tuvo el cuarto, un toro flacón y silleto al que Leal intentó sostener con asiento y temple en una labor insistente que se vivió desde la distancia de la merienda.

Román, por su parte, se mostró voluntarioso con un segundo igual de desrazado con el que le faltó algo más de pulso, pero tuvo la suerte de que en su lote entrara, como quinto bueno, el único de los "cebadas" con un mínimo de entrega.

Sin emplearse en exceso, aunque tuvo sobrado cuello para hacerlo, tuvo más recorrido aún por el lado izquierdo, lo que tardó de ver el valenciano en una faena de altibajos en la que no acabó de apurar las virtudes del toro más factible de todos esos que fueron peligrosos en el caos del encierro pero no tanto en la verdad ordenada de la lidia.