Ganado: seis toros de Puerto de San Lorenzo (el 3º con el hierro de La Ventana del Puerto), bajos y en tipo de la ganadería, aunque algo dispares de volúmenes y cuajo. "Fría" de salida, toda la corrida estuvo condicionada por su falta de fuerza y empuje de riñones, tanto para la aspereza defensiva de los dos primeros, como para la buena clase y nobleza de los restantes.

José María Manzanares: estocada (ovación); dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso).

Alejandro Marcos: pinchazo, estocada atravesada que asoma, pinchazo, estocada trasera y cuatro descabellos (silencio tras dos avisos); siete pinchazos, estocada y descabello (silencio tras aviso).

Tomás Rufo: estocada chalequera y dos descabellos (silencio); estocada caída (oreja con fuerte petición de la segunda).

Incidencias: Alejandro Marcos confirmó la alternativa con el toro "Gañanito", nº 130, negro, de 525 kilos.

Cuadrillas: destacaron en general lose sesi picadores y en la brega Daniel Duarte.

Plaza: Las Ventas de Madrid. 24º festejo de la feria de San Isidro, con lleno de "no hay billetes" (unos 23000 espectadores), en tarde con alguna racha de viento.


El típico público de los viernes de San Isidro, especialmente festivo y "motivado", se dilató esta vez en una desmedida petición, no atendida por el presidente, de una segunda oreja para el diestro toledano Tomás Rufo tras la única faena de la tarde con algunos momentos de intensidad.

En realidad, toda la lidia de ese sexto toro estuvo salpicada de chispazos emocionantes desde que el de Puerto de San Lorenzo, todo un "tío" de 590 kilos, derribó aparatosamente la cabalgadura del picador Manolo Sayago y obligó a las cuadrillas a aplicarse en el quite.

Herido el caballo y lesionado el caballero, tomó el relevo su compañero Iván García, al que el toro sacó de la silla en el choque de trenes pero aun así, aferrado al cuello del jaco, le recetó un soberano puyazo.

Rufo, al que le había faltado temple con el tercero, un precioso toro salpicado con más calidad que fuerzas, se fue con este otro hasta las tablas del tendido 6 una vez que Fernando Sánchez, con un inmenso par de banderillas, se había llevado la ovación más unánime de la tarde.

Así que, con la plaza caliente, el toledano se propuso ligarle los pases a un ejemplar al que, como a casi todos sus hermanos, le faltó empuje para rematar con más celo y entrega sus nobles embestidas.

Le ligó Rufo con poco ajuste las dos primeras tandas con la derecha, para, al natural, de uno en uno, sacarle también un puñado de buenos naturales, más apretados y de mayor recorrido, aunque alternando con inoportunos tirones y enganchones que hicieron que la faena no llegara a macizarse.

Con todo, en el ya desatado tendido primó la voluntad del torero sobre todo lo demás, hasta el punto de que, tras una contundente estocada caída, estalló esa eufórica y desmedida petición de una segunda oreja, a todas luces inmerecida, como bien supo ver el presidente, al que nadie, por otra parte, protestó cuando arrastraron al toro.

La suerte ya había sonreído a Tomás Rufo hora y media antes, cuando el tercero le prendió al rematar un apurado quite por gaoneras y le lanzó en el suelo cuatro o cinco hachazos que no llegaron a hacer presa.

Tuvo ese toro, primero del lote de José María Manzanares, una embestida seca y exigente, también desde esa falta de fuerza en los riñones, que el alicantino no acabó de atemperar, como tampoco lo hizo con el cuarto, un ejemplar de nobilísimo comportamiento y con evidente calidad, aunque sin que su construcción física le permitiera descolgar el cuello hasta la arena.

Pero para aprovechar esa buena condición se necesitaba más suavidad en el trato que la que aplicó Manzanares con una muleta casi siempre volandera y ligera con la que solo en instantes aislados, y con la gente jaleando ruidosamente, logró el necesario acople técnico y estético.

El salmantino Alejandro Marcos, que estropeó todo con los aceros, confirmó su alternativa dejando ver mejores intenciones que resultados, pues siempre citó con firmeza y verdad e intentó llevar enganchadas las embestidas.

Pero su primero le volvió grupas, completamente rajado, cuando ya había logrado asentarle, mientras que al también rebrincado pero factible quinto le redondeó los pases más de lo aconsejable para sus escasas fuerzas.