Ganado: seis toros de Victorino Martín, de fina y seria presentación. De escasa raza y entrega los tres primeros y de encastado y excelente juego los tres últimos, más exigente el cuarto y más claros los dos últimos, ovacionados en el arrastre.

Antonio Ferrera: estocada honda desprendida (ovación); media estocada baja trasera (silencio); media estocada trasera desprendida (vuelta al ruedo tras petición insuficiente).

Emilio de Justo: pinchazo y estocada delantera (ovación); estocada contraria (dos orejas); pinchazo y estocada trasera tendida (ovación tras petición insuficiente).

Cuadrillas: saludaron en banderillas Joao Ferreira, Morenito de Arles, José Manuel Montoliú, El Algabeño, Fernando Sánchez y Pérez Valcarce, estos dos últimos en dos ocasiones.

Plaza: La Maestranza (Sevilla). Quinto festejo de la feria de San Miguel, con media entrada sobre el aforo permitido del 60% (unas 3.000 personas), en tarde inestable y con lluvia durante la lidia del segundo.

Tres toros de excelente juego de la divisa de Victorino Martín ofrecieron este jueves en Sevilla la posibilidad de un triunfo sonado a los dos diestros extremeños que los lidiaron en un mano a mano saldado con el resultado de solo dos orejas para Emilio de Justo.

Exiguo resultado estadístico el de esos dos apéndices que De Justo le cortó al cuarto de la tarde, que fue, curiosamente, el más exigente de esa terna de destacados victorinos, y también corto en cuanto al nivel de las faenas que se les hicieron, que, en mayor o menor grado, no estuvieron a la altura de sus profundas embestidas.

Portezuelo, Garañuelo y Bohemio tuvieron todo lo que les faltó a los tres hermanos lidiados en los primeros lugares, que hicieron que esa apertura de corrida apenas tuviera historia, más allá del práctico oficio con que Ferrera pasaportó a los dos suyos y del esfuerzo sin resultados de Emilio de Justo bajo la lluvia ante un segundo muy medido de raza.

Aplacada ya la tormenta y guardados los paraguas, el panorama cambió por completo a la salida del cuarto, otro cárdeno con los cinco años más que cumplidos y una construcción física casi modélica para su encaste albaserrada. Y sucedió que, si las hechuras son el espejo del alma de los toros bravos, este fino ejemplar sacó la casta y la bravura exigente que caracteriza a los mejores de su sangre.

Pedía nada más y nada menos que un mando sostenido, que los vuelos de la muleta viajaran a ras de arena desde el embroque hasta el remate de cada uno de los pases, para sacar así su mejor ritmo y descolgar el cuello siguiendo la tela con una emotiva profundidad, lo que Emilio de Justo logró en algunos momentos.

Fue evidente el esfuerzo del torero de Cáceres, que nunca le volvió la cara, que siempre estuvo ahí durante una faena además muy larga y voluntariosa, pero, a todas luces, no todo lo redonda que posibilitaba el animal.

No regalaba nada el de Victorino, había que sacárselo con sinceridad y con esa forma precisa de traerlo enganchado de los hocicos, lo que no siempre pasó, en series desiguales, en las que a un excelente muletazo de De Justo, sobre todo los naturales, sucedía otro de menos poder o de más alivio, por lo que la faena, estimable y aun premiada con la generosidad de estas últimas tardes en Sevilla, no resultó maciza.

Con todo, y con esas dos orejas ya en el esportón, al salir el sexto al cacereño se le presentaba la inmejorable y soñada oportunidad de abrir la ansiada Puerta del Príncipe, para lo que solo necesitaba cortarle una oreja más a ese último toro de la sesión que, para mayor suerte, también fue bravo y claro.

Solo que el torero, tal vez tensionado en momento tan crucial, tardó bastante en acoplarse con él y, cuando lo hizo, repitió los mismos aciertos y errores técnicos que con el anterior, solo que este cárdeno duró menos que el anterior. Y, además, no logró matarlo con la misma contundencia.

Aun así no fue el único en dejar pasar un oportunidad de oro con los victorinos en Sevilla, pues Antonio Ferrera no estuvo, ni de lejos, a la altura de la noble, templada y entregada condición del precioso quinto, hijo del famoso Cobradiezmos indultado en este mismo ruedo en la feria de 2016.

Y es que mientras Garañuelo hacía surcos con el hocico sobre el albero, el veterano torero pacense lo limitó a pasarlo de un lado a otro, de manera tan aparente como ligera y sin compromiso en una faena efervescente. Sin poso ni reposo.