FICHA DEL FESTEJO:

Ganado: Seis toros de Jandilla (el 2º con el hierro de Vegahermosa), dispares de cuajo y seriedad, y de juego también desigual, aunque con el común denominador de su medida raza. Los lidiados en primer, segundo y cuarto ligares, los más nobles y manejables.

El Fandi, de corinto y oro: estocada honda trasera desprendida (silencio); estocada baja (silencio).

José María Manzanares, de plomo y oro: estocada desprendida (oreja); estocada contraria (ovación).

Juan Ortega, de botella y oro: media estocada tendida y cinco descabellos (ovación tras aviso); estocada (palmas).

Entre las cuadrillas, Mambrú, Andrés Revuelta y Perico saludaron en banderillas.

Segundo festejo de la feria de San Miguel, de Sevilla, con media entrada dentro del aforo limitado del 60% (unas 3.000 personas).


 Una solitaria oreja, la concedida a José María Manzanares de su primer toro, y de tan poco peso como la de la tarde anterior a Roca, se concedió también hoy en la corrida de la feria sevillana de San Miguel, en la que el lucimiento de los toreros apenas pasó de simples esbozos.

Aun así, la corrida de Jandilla, muy medida de raza y en su mayoría de poco remate, tuvo dos o tres toros que ofrecieron posibilidades para faenas de mayor dimensión, aunque ni El Fandi ni Manzanares, a falta de otros aciertos, llegaron a aprovecharlos a ese nivel.

Ya el primero, un torete vareado y con las fuerzas justitas, repitió con dulzura unas cuantas veces a la muleta de un Fandi que, tras banderillearlo con vulgaridad, lo pasó con un monótono e insípido oficio, casi de trámite, en un trabajo que se contempló entre un silencio sepulcral.

El segundo, este del hierro de Vegahermosa, tuvo un comportamiento muy similar, y Manzanares lo aprovechó en una primera serie de muletazos con la derecha de figura relajada y muñeca templada, guiando las primeras inercias del astado.

Pero todo empezó a complicarse cuando el toro le pidió más sutileza para rematar esas embestidas no sobradas de empuje, y al no encontrarla los pases fueron perdieron fluidez y temple, salvo algunos demasiado sueltos entre las muchas tandas que recetó el alicantino antes de cobrar una estocada contundente que sirvió para la concesión de ese trofeo baratito.

Fueron mayores los méritos que ambos hicieron con los segundos toros de su lote, tanto un cuarto berreón, impulsivo y rebrincado al que Fandi banderilleó con mayor lucimiento y toreó con mayor despaciosidad, y un quinto con un punto de genio y que se defendió calamocheando, al que Manzanares se esforzó en atemperar con resultados muy desiguales.

Entre tantos esbozos, el más brillante y llamativo fue el de Juan Ortega con el tercer toro, con momentos aislados, unos cuantos fogonazos, de mucha calidad por mucho que no llegara a redondear algo más concreto ante la decreciente bravura del de Jandilla.

Ortega, aun siendo sevillano, debutaba hoy como matador de toros en su tierra y pronto se notó que la afición local le tiene entre sus grandes esperanzas, a tenor de los decibelios con que se jalearon las cuatro mecidas verónicas y la media belmontina de saludo a ese tercero de la tarde, y que también hicieron arrancarse a la banda de Tejera

Se vislumbraba así faena grande, y más después de que su cuadrilla se luciera con los palos, pero Ortega no terminó de encontrar el punto necesario de mando y de temple para aprovechar las cada vez más cortas arrancadas de un toro con el que, entre enganchones, se echó en falta mayor autoridad y gobierno.

El joven sevillano también apuntó el cante con el capote ante el sexto, en otro puñado de lances y en un vistoso quite por delantales, antes de que el de Jandilla, cuya muerte había brindado a Curro Romero, se desfondara sin remedio.